Hoy es el último día de este tórrido, y largo, agosto. ¡Por fin se acaba, añadiría! Quizás intuyen mis pocas simpatías por este mes. En ... esto, como en bastantes otros asuntos, voy a contracorriente. Para muchos resulta ser el mejor mes y, no sólo eso, sino que, según dicen, viven el resto del año para que llegue el que suele ser el mes vacacional por excelencia en España. Nunca he comulgado con esa idea, y ya de chiquillo deseaba que llegara septiembre para volver a la escuela. Para más inri, ahora, los agostos climatológicamente ya no son lo que eran y se han recalentado enormemente. El refrán 'en agosto, frío en rostro' ha dejado de ser correcto, al menos en buena parte de la península ibérica. Otra característica bastante especial de nuestra idiosincrasia agosteña es que una mayoría de personas toman sus vacaciones a la vez en este mes. Las ciudades se vacían y los destinos de playa y campo se masifican hasta el extremo. Otros países tienen costumbres que parecen más razonables. La gente escalona las vacaciones durante muchos meses. Esto favorece la logística de las empresas que no se ven sometidas a largos periodos de parón y se mantiene una continuidad en los servicios.
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La lista de detalles que me disgustan de este mes es larga. Todos ellos son personales y tienen por tanto nula validez general. Mis padres murieron ambos en meses de agosto, supongo que por pura coincidencia, aunque suele haber un repunte de defunciones en este mes, muy probablemente por el excesivo calor. He bromeado recientemente sobre este asunto diciendo que, a partir de una edad, para evitar morirme en agosto, me plantearé pasar ese mes en el hemisferio sur. En lugares como Australia o Argentina, agosto es como nuestro febrero.
Como nada en la vida es blanco o negro, hay algunas cosas de agosto que me gustan y que luego las echo de menos. Es el mes en el que normalmente evito viajar y eso me resulta un gran alivio. Significa, además, que paso más tiempo seguido con mis hijos pequeños jugando y haciendo tonterías. Y una de mis pasiones tiene en este mes su máxima expresión. Se trata de mi, un tanto compulsiva, lectura de la prensa. Además de este periódico en el que les escribo quincenalmente, leo cada día varios medios nacionales y de los llamados globales. Normalmente, es una lectura rápida, pero en este mes paso horas dedicadas con gusto a asomarme al mundo tal como lo cuentan esas páginas.
El disfrute añadido no viene sólo por disponer de más tiempo. Agosto tiene fama de ser un mes con poco material noticiable, pero siempre aparecen auténticas perlas en forma de noticias que ilustran sobre la condición humana. Y este año no ha sido una excepción y hemos disfrutado de abundantes casos que hacen bueno el dicho de que la realidad siempre supera a la ficción. Se ha llamado serpientes de verano a las noticias irrelevantes, o sorprendentes, que se publican de relleno cuando se supone que no hay suficientes noticias de interés. No comparto esta definición y me parece mucho más irrelevante el ruido político habitual que muchas de estas noticias de agosto.
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Varias han captado especialmente mi atención este mes y probablemente también les hayan sorprendido a ustedes. Un nieto del famoso actor que interpretaba al bandolero Curro Jiménez en una serie de la televisión de los años 70 del siglo pasado ha descuartizado en Tailandia a un amigo con el que pasaba unas vacaciones exóticas. Este triste suceso muestra cuánto hemos cambiado como país en dos generaciones. Del abuelo, que fue un ídolo en un país con una única televisión que salía del túnel de la dictadura, al nieto que viaja a un país lejano, diríamos que como un guiri, y que quizás piensa que allí puede actuar con impunidad. Algunas reacciones a la noticia también han dado una idea del bajo nivel moral de nuestra sociedad, con no pocas voces confundiendo entre quiénes habían sido la víctima y el verdugo del caso.
También leí ávidamente en los distintos medios sobre la muerte anunciada del jefe de un grupo de mercenarios rusos que se había amotinado hacía varías semanas. La caída de su avión y la muerte de todos sus ocupantes llenaron muchas páginas sobre cómo la venganza es mejor servirla en frío. No por previsible me ha resultado menos perturbador el mortal desenlace. Sin duda, todo es posible en los agostos, menos el frío en el rostro.
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