La Maquinista de Levante es una de las empresas industriales más importantes que han existido en La Unión, tanto desde el punto de vista económico como social. Impulsada en algunos de sus mejores años por la familia Zapata-Maestre, llegó a construir, hasta el cese ... de su actividad al final del siglo XX, máquinas y estructuras metálicas para todo tipo de industrias, viviendas privadas y obras públicas, como el Mercado Público, actual Catedral del Cante, puentes, ferrocarriles, como los suburbanos de Málaga, o puertos, como los de Portmán, Huelva, Valencia, Cádiz o Barcelona.

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Durante mucho tiempo, y en decenas de publicaciones, incluso este mismo año, se ha adjudicado erróneamente su fundación en 1890 al fundidor y propietario minero Miguel Zapata Sáez, más conocido en la Sierra Minera como el 'Tío Lobo'.

Sirvan estas líneas para reivindicar la figura de su verdadero fundador, el maquinista e industrial de origen asturiano Bernardo Pérez-Santamarina Álvarez, quien identificó la necesidad de unos talleres de maquinaria, sierra mecánica y fundición de hierro colado y cobre, para atender a la minería y a otras industrias.

En enero de 1889, con unos treinta y cinco años, Bernardo compró, a los propietarios Tomás Manzanares y Dolores Izquierdo, los terrenos de la antigua fundición de minerales San Luis, e inició con sus ahorros la construcción de su proyecto.

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Los recursos económicos se acabaron pronto, y en noviembre de 1889 pidió un préstamo de setenta mil pesetas a su amigo y convecino Miguel Zapata, con quien había compartido negocios en el pasado, y, seis meses más tarde, otro de veinticinco mil pesetas al fundidor Pío Wandosell Gil, a fin de completar los modernos talleres que había diseñado.

La Fundición Santamarina se inauguró en febrero de 1890 y, con la ayuda en la dirección de su cuñado Luis Martínez, llevaron a cabo muchos trabajos en la sierra, como la instalación en 1893 de una potente máquina y bomba de extracción para la mina El Cielo, y participaron en la construcción de viviendas particulares, como la finca Villa Dolores de Pío Wandosell en La Unión o el Palacio del Marqués de Fuente Sol, en las Puertas de Murcia de Cartagena.

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Otros intereses mineros e industriales mal gestionados llenaron a Bernardo de deudas e impagos, obligándolo a vender su fundición, en junio de 1893, a un pariente directo, Nicasio Pérez-Santamarina Escolar, a quien él llamaba 'primo', con la condición de que, si en quince días le devolvía el dinero, la venta quedaría anulada.

Ese pago no se hizo, por lo que Bernardo tomó en alquiler de su 'primo' la Fundición Santamarina, por doce mil pesetas mensuales, encargándose de realizar las reparaciones necesarias en las instalaciones y de reponer el material que desapareciera o se usase.

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La suerte no le fue favorable en el resto de sus negocios, por lo que en enero de 1894 renunció al arrendamiento, y Nicasio, un comerciante y propietario minero cartagenero que desconocía el funcionamiento de los talleres, los vendió dos meses más tarde, con un inventario exhaustivo de todos sus bienes muebles e inmuebles, a Miguel Zapata Sáez.

El 7 de marzo de 1894 el nuevo dueño tomó posesión de las instalaciones, nombró administrador a Antonio Sáez Alarcón, y designó como jefe mecánico de talleres a Mariano Pozuelo Ortiz.

Después de una complicada batalla judicial con Bernardo, el 31 de julio de 1895 el juzgado de primera instancia e instrucción de Cartagena adjudicó definitivamente al Tío Lobo la Fundición Santamarina, que funcionó primero bajo la denominación de Taller de Maquinaria de Miguel Zapata, y a partir de 1897, y bajo la dirección técnica del ingeniero industrial Ramón Cases Civera, con el nombre comercial de La Maquinista de Levante.

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A lo largo de los siguientes seis años, 'El Taller' fue adquiriendo gran prestigio y amplió sus instalaciones con la compra de las antiguas y colindantes fundiciones Cuatro Santos, San Fernando y San Vicente, hasta que, el 25 de abril de 1903, Zapata constituyó, con esos terrenos y los de la fundición San Luis, una única finca registral, de unas diecinueve hectáreas, denominada La Maquinista de Levante, como aún se conoce en nuestros días.

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