Hace pocas semanas me sorprendía un titular publicado en varios medios de comunicación. Decía: «El 16% de los sintecho en España son mujeres». Me sorprendió ... comprobar cómo un titular ocultaba el dato verdaderamente relevante: que el 84% de los sintecho son hombres. Pocos días después, otro titular similar: «Las personas que han sufrido pobreza con 14 años son pobres de mayores en el 23% de los casos en Europa». De nuevo, se amputaba el dato relevante: el 77% de los niños pobres no lo serán de mayores. Dos muestras periodísticas de una misma acción: la de omitir.

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Omitir es mentir en voz baja. Es engañar dos veces. Es Photoshop con olor a incienso. Es un bombo con bolas calientes. Es una forma tramposa de mostrar la realidad con información voluntariamente incompleta. Es el quinto Evangelio. Es el amigo invisible. Es el silencio de Galileo. Es Tamariz con aroma a Ruiz Mateos.

La omisión es una táctica sutil, imperceptible, casi invisible, que solo conoce quien la perpetra, al menos, a corto plazo. Omitir es definir el mundo sobre una ausencia. Es restar los datos necesarios para comprender el conjunto. Omitir es la voluntad disimulada de confundir la parte por el todo. Es 'culo o codo'. Es mostrar camuflada la opinión por delante de la información, la emoción por encima de la razón. Es enseñar lo que quieres que vean porque solo así los hechos encajarán en tu deliberada visión del mundo.

«Que la verdad no oculte un buen titular», decía Tony Curtis en 'La pícara solterona'

Omitir es grotesco cuando un partido político ataca los recortes a las pensiones cuando fue ese mismo partido quien las recortó más; omitir es infantil cuando Mariano Rajoy se refiere «a ese señor del que usted me habla», haciendo más evidente que de quien habla es de Bárcenas; omitir es gracioso cuando de lo que se trata es de ocultar (vendiéndolo) nada menos que un edificio, la sede del partido en Génova, para que así no se hable de lo que allí ocurrió durante años; omitir es jocoso cuando construyes una estrategia sistemática de lucha contra la corrupción sin mencionar que en tu propio partido hay dos presidentes autonómicos condenados por corrupción; omitir es inmoral cuando seleccionas dos párrafos judiciales que amparan a Juana Rivas y menosprecias una docena de sentencias judiciales firmes en dos países que la definen como «un peligro para sus hijos».

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Omitir es una fórmula utilizada por políticos, por medios de comunicación y muy visible en las redes sociales. Es el modo más sencillo de mantener un relato a pesar de los hechos. «Que la verdad no oculte un buen titular», decía Tony Curtis en 'La pícara solterona'. Se trata, más bien, de rellenar los huecos en una plantilla prediseñada a partir de ciertos dogmas y de la que hemos retirado cualquier dato objetivo que desmonte nuestra posición, por inverosímil que resulte el conjunto.

Si omitimos parte de la información necesaria para entender un hecho, cambiamos el hecho. Y cuando lo hacemos de forma premeditada, estamos siendo cómplices de una mentira y de todas sus consecuencias, tanto en el ejercicio periodístico, como en el político, el académico o el espiritual. Porque cuando falta parte de la realidad, falta la realidad entera.

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Omitir se convierte en parte natural de una sociedad informativamente intoxicada sostenida en torno a mitos, promesas y dogmas. Omitir se ha vuelto imprescindible para lograr que la maquinaria siga funcionando y legitime nuestras opiniones a pesar de la verdad. Omitir es parte necesaria de nuestro sesgo de confirmación, aquel según el cual solo escuchamos, leemos o atendemos aquello que refuerza nuestras creencias previas, descartando todo lo demás.

Lástima que los ciudadanos, crédulos en su mayoría, bienintencionados y, en su mayoría, influenciables, desconocen esta mecánica del discurso público. Siguen sin saber que lo que nos cuentan los políticos, los medios de comunicación o las redes sociales no es la realidad, solo la parte que les interesa mostrar. Es Neo en el Callejón del Gato de 'Luces de Bohemia' o Max Estrella dentro de 'Matrix'. Un espejismo. Una lente deformada. Un filtro. Un 'fake'.

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