Todo empezó con una sequía en China, en 1974. Unos agricultores cavaron una pozo y empezaron a aparecer trozos de terracota, como el torso de un guerrero. Como no sabían qué hacer con aquello, lo ensartaron en un palo y el primero de los guerreros ... de Xi'an que vio la luz unos 2.180 años después de su enterramiento sirvió de espantapájaros.

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El resto es muy conocido, de aquella excavación surgió el más impresionante descubrimiento arqueológico de la contemporaneidad y la octava maravilla, así como el principal orgullo histórico de la China actual. Estos días se celebra en Alicante una sensacional exposición en el MARQ para la que, un mes después de su inauguración, las salas siguen llenando en un ejemplo de uno de los museos que envidio para nuestra región. El caso es que todo es política casi desde que nacemos, y el arte no iba a ser lo contrario, de hecho esta exposición es la sublimación del uso político del arte.

China es una dictadura comunista abierta al capitalismo que pretende ser la primera potencia mundial. Para ello no bastan los activos económicos, los culturales son básicos y el país necesita una historia de la que está más que sobrado, de hecho la historia china es uno de los más formidables relatos. Sin embargo el pasado está lleno de contradicciones y durante la Revolución Cultural impulsada por Mao en 1966 los guardias rojos destruyeron una parte descomunal del patrimonio histórico chino por asociarlo al pasado decadente y burgués. Es imposible saber cuántas obras de arte, libros, edificios o archivos se destruyeron.

Lo más interesante de esta historia es cómo se llega de querer acabar con todo el arte del pasado a traer a Alicante una exposición magna como esta.

Denostado Mao, el partido buscó una conciliación con el pasado milenario y la afortunada aparición de la tumba del emperador Quin, que da nombre al país (se lee Chin) con sus 8.000 guerreros se convirtió en un asunto de Estado. Este tirano del siglo III a. C. fue un militar insuperable, unificó China, canalizó ríos, hizo leyes y marcó el futuro idiomático del país a costa de un régimen de terror. El Partido ha encontrado afinidades como para vincular a Quin con el origen con el que legitimar su poder, algo muy frecuente en Europa, donde los reyes se deben vincular a un pasado remoto, místico y, a ser posible, divino. De alguna manera, con este uso de la figura del primer emperador, se le coloca en el origen legitimador de Xi Jinping, actual presidente, en términos simbólicos.

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Este año se cumplen 50 años de las relaciones bilaterales China-España y hacía falta una conmemoración a la altura, así que la República Popular ha enviado a su más alto embajador, una mínima parte del contenido de los enterramientos de Xi'an.

Los guerreros de Xi'an fueron creados para defender al emperador en el más allá con el que estaba obsesionado, de hecho murió tras beber una poción de mercurio y jade picado que le dieron unos brujos y que le debía proporcionar la vida eterna. Hoy siguen teniendo un uso político para un partido comunista que solo hace 57 años los hubiese vuelto a convertir en espantapájaros. Algo hemos ganado.

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Es casi imposible separar un museo de la política. El Reina Sofía, en Madrid, es el primer museo de arte contemporáneo del país, por lo que supone un espacio de máxima visibilidad que ningún partido desdeña. Cada director ha tenido una ideología, desde los que la han dejado en segundo plano, como María de Corral a los que han mantenido un equilibrio basado en la 'politesse', como el llorado José Guirao pero también los que han evidenciado su tendencia, en casos conservadora como Juan Manuel Bonet y en otros izquierdista, como Manuel Borja Villel, que convirtió la política en el eje del museo, convirtiendo este, en realidad, en una máquina ideológica. El museo ha dado espacios centrales al 15M y la descolonización desde ópticas nuevas, lo cual, junto a la redefinición del museo, me parece positivo y valiente, sin embargo en la última etapa de su mandato se produjo un suceso lógico, y es que los medios de derechas reaccionaran contra su intención de renovar en su cargo, en algunos casos de forma bastante agresiva. A estos ataques Borja reaccionó asociando el museo a sí mismo y transmitiendo la idea de que criticarlo era fascista. Se firmó un manifiesto de adhesión que marcó de forma definitiva la elección de su sucesor o sucesora y enrareció el clima del arte en España. El último episodio de esta batalla política fue la carta de Yve-Alain Bois, una autoridad de Princeton, defendiéndolo cuando ya parecía que no era necesario. Hoy se cuestiona si el concurso para la dirección de este museo fundamental no se habrá redactado para continuar con su legado. Lo veremos en breve.

Estos dos ejemplos, distintos y distantes, dejan claro que el museo es un arma política pero queda una reflexión última y una recomendación. La reflexión es que si los museos son tan importantes en este debate de ideas, ¿por qué no están en primer plano en las campañas políticas? Y la recomendación: volver a ver 'El último emperador' de Bertolucci antes de visitar 'Quin y Han', la exposición actual del MARQ. Me lo agradecerán.

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