Hay cosas que tenemos tan cerca que pasan a ser parte de nosotros, que se introducen en nuestro modo de vivir y hasta de ser y, si eres de este antiguo reino, probablemente las procesiones sean una de esas cosas. Son parte del paisaje humano ... y vital de los creyentes, pero con el andar de los siglos han ido integrándose en la identidad de nuestros pueblos de tal manera que las podemos leer desde la historia de la cultura con la misma intensidad que desde la fe. Yo soy de San Antolín, por lo que soy del Perdón, y he crecido en la procesión del Lunes Santo que en mi casa era como los muebles o los familiares o los días de fiesta o los arroces que hacía mi abuela Mercedes. El día de la procesión es una vida en 24 horas para los que forman parte de ese universo en el que los colores significan pasión, luto, divinidad o envidia. El del lunes es almagre, el que sale de las minas de Mazarrón, el de las casas de la huerta, el de la bandera de la Región. Hay una razón en la economía y la historia que se hunde en las raíces de esta tierra que es más vieja que el tiempo, de estos campos que en el sur mantiene en su sitio el esparto, en la vega las acequias y en el norte las montañas. El color de la procesión de San Antolín es el del Reino de Murcia.
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Algunas palabras que usamos demasiado, como libertad o justicia, también son parte de nosotros a pesar de que el uso las ha desgastado y se han alejado de la esencia de conceptos que debieron regir la vida de todos, se convirtieron en eslóganes. Barroco es una de esas palabras, máxime en Murcia, donde nos llamamos a nosotros mismos así. El barroco es un estilo y un periodo, una forma de expresarse y hasta de ser pero, sobre todo, nos enseñan que es arte y catalogamos las cosas como nos las explicaron en el instituto: la culminación del arte barroco son Velázquez o Rembrandt y también Mena o Salzillo. Solo estética, solo libros, pintura o escultura.
Pero no es así.
El barroco sólo está completo cuando se mueve. En el movimiento se unen el extremismo emocional y la forma abierta wolffliniana, flamígera y carnal, que así se convierten en algo ambiental cuando esa portentosa acción teatral calderoniana, el gran teatro del mundo, se convierte en procesión. Es el culmen, el movimiento se suma al sonido y la iluminación intensa de faroles y farolas en un entorno arquitectónico tan connotado como es el de, por ejemplo, la antiquísima calle Mayor de Caravaca, porque las procesiones se ven en calles estrechas, están pensadas para eso en un mundo en el que aún no había avenidas. El éxito del barroco fue hacer suya la procesión, tomada en el medievo de griegos y romanos, de las panateneas del Partenón o del Ara Pacis, y convertirla en la obra total para catequizar a una Europa en guerra entre Lutero, que escogió el libro y el grabado como armas en un duelo a muerte para el que Roma escogió el arte, el gran arte de la Contrarreforma que Bernini incendió en las llamas del deseo sensual heredado de Miguel Ángel y sublimado en la fiesta que fue la Roma barroca, para pasarlo a España en un mar de intensidad, culpa y guerra. La guerra de las imágenes en las calles estrechas del siglo XVII, los tronos de oro navegando en un mar de cabezas devotas, carne de cañón en las guerras de Flandes. Que 'Magna Urbe' haya acabado en una procesión es el final soñado para una exposición así.
Lunes 19 de febrero a las ocho de la tarde. Con las puertas abiertas de par en par la antigua iglesia de la Compañía parece poco una iglesia y nada una sala de exposiciones, es un ágora abierta a los críos que se metieron desde la calle Mayor con tambores en bandolera. Formaban parte de la banda que acompañaría hasta su sede, en un altar de la iglesia del Salvador de Caravaca, a la Virgen de las Angustias, que durante tres meses hemos expuesto en 'Magna Urbe' (Fundacion Camino de la Cruz).
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Un niño inusitadamente guapo y listo, Adrián, se acerca a la talla que hemos bajado a una peana a poco más de 30 cm del suelo y me ametralla a preguntas: que si es de madera, de porcelana o de hierro, que dónde está la corona, que si pesa mucho... nunca había visto a la titular de su procesión tan cerca. Con él otros niños la rodean y miran cada detalle, cada brillo, y les cuento cómo se hacían las tallas.
Entonces suenan los tambores.
Durante todo el año es imagen de culto, un día es paso y, excepcionalmente con motivo de esta exposición, fue mucho más que arte. Esa gran belleza comienza su trayecto de vuelta. Las obras de arte viajan en camiones pero es que hablamos de un prodigio, y los prodigios no viajan así. En su trono por las calles la Virgen de las Angustias culmina esa obra de arte total que es una procesión rodeada de cientos de personas en una noche de luces, tambores y silencios emocionados. Se mueve, todo se mueve porque algo tan formidable como es el barroco no podía ser solo una escultura.
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