El viernes pasado el Parque de Fofó estaba lleno de gente que se saludaba. No sé cuántos éramos, tal vez 2.000, pero todo eran corros y grupos viendo a Pony Bravo. En un momento dado mi amigo Jose Kañas me dijo que «el Lemon ... Pop era el sitio donde antes venías a ver a la gente que llevabas todo el verano sin ver, ahora se viene a ver a los que llevas diez años sin ver» y era cierto en los dos casos. Este es el festival del reencuentro murciano, donde nos damos cita (o no) desde hace 27 años. La mayoría de festivales han ido cambiando, pero este mantiene una esencia que vincula a un sector de la cultura murciana de forma fiel y permanente. Planteando siempre carteles en lo que hemos llamado 'indie', tiñe una idea pop perfectamente delimitada. Su creador, Ángel Sopena, nos legó algo que es mucho más que un festival a los que, como yo, somos ya viejunos: construyó una estructura en la que lo último de fuera viniese a compartir escenarios con lo último de aquí.
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Uno de los logros de este evento es que, camino de las tres décadas, hoy lo último sigue construyendo carteles inolvidables sin grandes presupuestos y, lo más difícil: gratis para el público.
Podría hacer la lista de bandas arrancando con Los Planetas y acabando con Los Estanques, pero para eso está Alberto Frutos, que sí sabe de verdad de esto. Lo que quiero es tratar otra cosa y es cómo este festival ha conseguido agrupar a su alrededor a la música murciana durante tres décadas, generando esa atmósfera que comentaba al principio en la que todo el que participa de esto viene a celebrar el principio de temporada.
Lo que ha pasado en esta región con la música actual (hablar de pop es restringir demasiado todo) es muy importante. Ahora que vemos triunfar a todo trapo y merecidamente a Arde Bogotá y Viva Suecia, no podemos olvidar que hace poco nos dejó Second después de ser la referencia de la música indie durante dos décadas, ni la genealogía de bandas de rock que tiene en M Clan un hito fundamental ni a mis adorados Marañones, una de las bandas más exquisitas del país, ni a Crudo Pimento, que no tiene nada parecido, ni a Bluesfalos, Neuman, Schwartz, Crudos, Lebowsky, Perro, Farmacia de Guardia, Ferroblues, Nosie Box, Runarounds, Fanáticos, Jose Filemón, Art School, Loganz ni al prodigioso Al Dual... Empezar a nombrar bandas es un desastre porque dejo fuera a decenas. Pido perdón a todos los que no estáis por mi mala cabeza. La Región de Murcia es una potencia en rocanrol, superando a todo lo que tenemos alrededor en directa competencia con Granada, y en menor escala poblacional con Madrid o Barcelona. No hay chauvinismo, esto es así.
Tenemos también una excelente nómina de buenos festivales, muchos de ellos grandes, otros pequeños, que completan casi toda la programación. Hoy en la Región se puede escuchar a Bob Dylan en Murcia un mes y a Rubén Blades en Cartagena al siguiente, algo que en los años 80 era como un sueño. Los festivales han traído música y también prosperidad, pero dos de ellos han generado algo mucho más profundo y permanente, me refiero a Lemon Pop y a La Mar de Músicas, y de lo que hablo es sentimiento de comunidad. Para un músico un festival es una forma de ganarse la vida, pero sobre todo es visibilidad y difusión ante grandes públicos con una estructura que potencia y difunde su música. Cuando viene Morrissey no tiene nada que proyectar, pero cuando es una banda que empieza se está jugando la vida en ese escenario y ahí es donde los dos festivales han desarrollado una estrategia duradera y efectiva de promoción de las bandas tanto de Cartagena como de Murcia.
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El viernes pasado en el Parque de Fofó estaba casi todo el mundo. No me crucé con Sopena, con quien esta ciudad tiene una deuda de gratitud, y me gustó ver lo que cada año se constata, que una parte del público ya podrían ser mis hijos. No es fácil ver esa diversidad de edad y eso es, sobre todo, porque se diseñan carteles que hablan de la música de hoy en un espectro muy amplio tanto estilísticamente como generacionalmente. Poco tienen que ver Kurt Baker y Marcelo Criminal pero este festival, con un presupuesto muy lejano de los más masivos, se cuece desde el conocimiento más profundo de la música de hoy, lo que muchas veces permite saltarse las limitaciones económicas para dejarnos noches memorables en las que las grandes bandas dieron la alternativa a jóvenes murcianos desconocidos o en las que a Vetusta Morla o a Lori Meyers aún no los conocía ni el gato.
Este festival, que en su especialidad es el segundo más antiguo del país, es un patrimonio regional que no solo trae música, crea comunidad uniéndonos por intereses comunes, desarrolla un proyecto duradero en el tiempo que relata la historia de la música pop con nosotros dentro, porque es muy difícil no sentirse parte de él. Hay que felicitar a Rafa Gómez por lo que ha vuelto a conseguir, por salvar todo tipo de dificultades que desde este lado no se ven y reunirnos en un espacio que es nuestro y será siempre nuestro, el Parque de Fofó, escuchando lo que amamos. Gracias, gracias, gracias.
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