De poco sirve vivir más años si no se disfruta una vida saludable. Esta debe conquistarse desde que se nace y, desde antes, desde el ... vientre materno. Prevenir es condición sine qua non, pero para poder prevenir hay que conocer. Y para conocer hay que investigar y que los resultados se hagan públicos y sean aprendidos por toda la población. Estos son requisitos básicos para conseguir una vida vigorosa y saludable.

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El 28 de mayo es el día internacional para la acción de salud de las mujeres. En conjunto, la salud de las mujeres es precaria respecto a la de los varones. Es una desigualdad que sigue presente en todas las sociedades humanas, incluso en las que se autoproclaman avanzadas o industrializadas. La salud de las mujeres es peor porque la expresión de las enfermedades en el sexo femenino está infraestudiada y, por tanto, las mujeres están infradiagnosticadas e infratratadas.

Que cada individuo es diferente ya lo sabían egipcios y griegos, pero el avance de la genética, de la ciencia médica y de la medicina de precisión lo pone en evidencia cada día. Hombres y mujeres no somos iguales ni orgánica ni fisiológicamente y las enfermedades se manifiestan de forma diversa en función del sexo. Pero, con excepción de las enfermedades ginecológicas o del sistema endocrino, hay características diferenciales del sexo femenino que no se han estudiado. Así, en las investigaciones tradicionales, de forma experimental, solo se investigaba la fisiología, enfermedad y tratamientos de animales macho. Y en el pasado (no lejano) casi todos los estudios clínicos se basaban en las respuestas obtenidas en varones jóvenes. Como esta misma semana se ha publicado en 'The Lancet', las mujeres han estado y siguen estando infrarrepresentadas en los ensayos clínicos.

Los estudios de género y salud son una prioridad en muchos países de nuestro entorno, pero ¿por qué no lo son en España? ¿Por qué no se incluyen en la agenda política? Es tiempo de cambiar esta tendencia y hacerlo globalmente con acciones positivas. Ya es hora. La agenda política (sanitaria y de investigación) no debería esperar para incluir estudios concretos de salud de las mujeres. Se debe cambiar el chip e idear soluciones que equilibren los sistemas de dominio masculino en los estudios biomédicos, desde la investigación experimental a la investigación clínica. Existen grupos que lo están haciendo, pero en el panorama mundial, incluso en los artículos científicos indexados más prestigiosos, siguen predominando los estudios de varones o de animales macho.

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Los informes mundiales sobre la salud de las mujeres de la Organización Mundial de la Salud (OMS) indican que en el ciclo vital hay dos momentos claves de falta de apoyo a la salud de las mujeres: la adolescencia y la vejez. Esta circunstancia es más acuciante porque en la actualidad existe feminización de la vejez, feminización de la soledad y feminización de la pobreza. También se da la paradoja de que, aunque las mujeres son las grandes cuidadoras, formales e informales, ellas no tienen la atención que precisan, lo que aumenta su riesgo de enfermar y de mala calidad de vida. Además, los factores sindémicos (sociales, culturales y económicos) afectan de manera determinante a los más vulnerables, entre los que se encuentran las mujeres. A principio de mayo se hizo público que, debido a la disrupción de la economía durante la pandemia, comparando con años previos, a nivel mundial se han registrado más de 2 millones de fallecimientos de mujeres y niños, sobre todo en países menos industrializados. Es decir, no han aumentado solamente las enfermedades mentales secundarias a la ansiedad, otras enfermedades orgánicas están surgiendo y, por ejemplo, la muerte por enfermedades cardiovasculares es la causa del 35% de los fallecimientos de mujeres.

Esta pandemia podría ser una oportunidad para colocar los estudios de salud de las mujeres en el centro de las agendas, aportando fondos económicos e invirtiendo en investigación y en actuaciones eficaces. Se deben establecer mecanismos de detección precoz reconociendo signos y síntomas propios de las mujeres (no siempre iguales a los de los varones) y mejorar la educación para la salud para que todos y todas aprendan a distinguir esos signos y síntomas diferenciales. Se ha de priorizar la investigación de la salud de las mujeres en todas las especialidades con el fin de establecer estrategias de intervención específicas que mejorarán la calidad de vida del colectivo femenino y, en consecuencia, de toda la población (nacemos de las mujeres y somos cuidados por mujeres).

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