Merkel me representa el minuto eterno en que trata de ponerse la muceta. También me representa en traje de baño. Lo de la muceta fue en la universidad Johns Hopkins mientras recibía el doctorado honorario. Ya llevaba la toga, pero le faltaba la esclavina sobre ... el pecho y la espalda. Menudo lío. Me acordé de una amiga superejecutiva en un hospital tratando de abrir la puerta de la UCI. Y otra que le dijo: «Mucha banca de inversión, mucha banca de inversión, pero no sabéis ni abrir una puerta». Momento en que apretó un botón muy visible y sésamo se abrió. Pero eso no lo vio todo el mundo. Todas las noches de estreno, Tallulah Bankhead se arrodillaba en su camerino y rezaba: «Querido Dios, no dejes que haga el ridículo». Tallulah sí me representa. La última vez que hice el ridículo fue ayer. Me compré unas gafas Moleskine y no sabía abrirlas. «Rómpalas usted», dije a la dependienta. Demonios, que había que dar una vuelta a las patillas.
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