Soy partidario de que cada cual se pueda morir cuando quiera; en esto soy un mal cristiano. De lo que no soy partidario es que el Estado se ocupe de eso. Me parece sospechoso. En torno a cualquier cosa siempre surge una industria 'auxiliar' para ... sacarle la manteca al asunto. La industria, naciente en España, de la eutanasia activa. Morirse, aunque no es lo más grave que a uno le puede ocurrir, sí es algo lo bastante delicado como para no ponerlo en manos de ningún Estado, que encima en España el Estado no existe porque lo único que hay a la vista es Gobierno. ¿Usted le confiaría a un bebé a este Gobierno, incluso a su ministro más aséptico, mientras cruza la calle un momento a compar el pan? En ese caso usted no tiene suficiente uso de razón como para poder tener descendencia. Usted no está capacitado, para qué le voy a engañar, ni para ir a por el pan.

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Unir las palabras 'Gobierno' y 'matar' es algo que me pone en principio bastante nervioso. La Ley de Eutanasia o de la buena muerte que se aprobó hace unos días en España es algo que debería ponernos bastante nerviosos. Como la vida es siempre irónica, alguna de sus señorías firmantes acabará siendo ejecutado por su propia Ley. Los países que han aprobado antes estas normas me parecen ese tipo de sitios siniestros donde no quisiera parar ni de escala hacia otro sitio. Recuerdo una escala en la dulce Amsterdam. Venía de un país militarizado de asalvajados sin maneras como los Estados Unidos, donde fui detenido por llevar el peligroso apellido Martínez, y la sonrisa limpia de las bellísimas recepcionistas holandesas, sus exquisitos modos se me figuraron tranquilizadores. Me sentí en mi casa europea. Pero ahora lo pienso y veo que tras esa sonrisa holandesa había algo también inquietante; tras ese despliegue de dentadura cándida, en un país donde se celebra oficialmente que se suiciden los adolescentes con asistencia del Estado, se transparentaba una calavera. Houllebecq escribió que «Holanda no es un país, sino, como mucho, una empresa». Peor lo pone, excepto la posibilidad que en vez de una empresa un país fuese un Gobierno, y además con acreditados matones de callejón oscuro en él.

Resulta chocante que el Gobierno de España proporcione asistencia para matar a la gente que lo desea y, por otro lado, vaya eliminando las maneras más comunes para poder suicidarse de manera íntima, individualista. El Gobierno no quiere que se mate nadie sin su permiso, pretende el monopolio de la muerte, como si la muerte fuese una 'paguita'. Hoy es dificilísimo suicidarse con pastillas, por ejemplo, la manera preferida por las mujeres, está muy vigilado y además ya no pueden conseguirse barbitúricos. ¿Eso no es machista? No se dan en la prensa las cifras de gente que alza la mano contra sí mismo (porque dicen que hace efecto contagio), y por contra esa gente es alentada por el Gobierno para morirse antes de tiempo.

Y cuando el Poder monopoliza el suicidio, al final se mueren casualmente no los que desean expresamente morir, sino los que al Poder le interesa que desaparezcan.

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