Es la película de la que todo el mundo habla: 'Don't Look Up' ('No mires arriba'), de Adam McKay. Como producto estrictamente fílmico –una ... mezcla estridente de títulos como 'Deep Impact', 'House of Cards' y un final muy a lo 'Mars Attack', de Tim Burton–, la cinta no aportará demasiado a la historia del cine. Pero, como sagaz sátira de la política contemporánea, 'No mires arriba' constituye un film epocal. A modo de sinopsis, la película parte con el descubrimiento que una doctoranda en Astronomía de la Universidad de Michigan realiza de un cometa de nueve kilómetros de diámetro que, en el plazo de seis meses, impactará en la costa de Chile y provocará la extinción de todas las especies del planeta. Su jefe de departamento y ella acuden a la Casa Blanca a informar a la hiperbólica presidente del destino fatal que aguarda a la humanidad. Pero ésta, en lugar de actuar de acuerdo a la gravedad de los acontecimientos, reacciona con frivolidad y decide centrarse en asuntos «más urgentes». El resto de la trama incide en la profunda brecha ideológica que parte el país entre los que hacen caso a los científicos y urgen a actuar a los políticos, y una ensimismada presidenta que anima a sus seguidores a que dejen de mirar al cielo y hagan caso omiso de las advertencias provenientes del mundo de la ciencia.
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Aunque, como era previsible –habida cuenta del 'ombliguismo' desquiciante de los norteamericanos–, esta sátira ha tomado como referente a un personaje tan histriónico como Trump, lo cierto es que el paisaje que describe es fácilmente extrapolable a cualquier otra realidad y escala social del planeta. El Apocalipsis que describe McKay no alude, en rigor, a la destrucción de la especie humana como tal, sino al de un sistema de convivencia heredado de las democracias liberales del siglo XX y que se asienta en el fundamento de la verdad y la ética. Los hechos descritos por 'No mires arriba' pudieran aparecer, a este respecto, como un exceso que solo la ficción puede soportar. Pero no: si repasamos la hemeroteca de los últimos años, nos encontraremos con declaraciones de Trump, Bolsonaro, Putin, János Ader, Santiago Abascal, Nicolás Maduro o Daniel Ortega –por citar solo algunos ejemplos y de proyección internacional– que perfectamente podrían ser incluidas en los delirantes diálogos de este demencial relato. La figura de la presidenta de los Estados Unidos –protagonizada por una indescriptible Meryl Streep– constituye un compendio de todos los males de la política contemporánea : para comenzar la frivolidad. La palabra 'frívolo' viene del adjetivo latino 'frivolus', que significaba vano, fútil, ligero y sin valor. Se relaciona con el verbo 'friare', que trasluce la idea de 'quebrar en pedazos'. El comportamiento frívolo no confiere valor a nada y, a resultas de ello, hace añicos nuestro sistema de convivencia al sumergirlo en un relativismo devastador. Algo tan indiscutiblemente objetivo en la película como es que un cometa vaya a colisionar contra la Tierra encuentra un equivalente de iguales proporciones, en nuestra realidad cotidiana, en el vertiginoso proceso de cambio climático que sufre el planeta, y del que una banda de desalmados negacionistas se ríe, instando a sus seguidores a que miren a otro lado. Del mismo modo, a escala local, el «no mires arriba» se traduce en un «no señales a la agricultura como causante de los males del Mar Menor».
La actual política –ya lo hemos denunciado en numerosas ocasiones– no es el lugar en el que se premia a los mejores, sino el refugio de los peores. La falta de formación y el desconocimiento que ella conlleva ha conducido a que la ineptitud aportada por la falta de referentes sea confundida con la libertad de pensamiento. Aquellos que, desde las diferentes versiones del populismo, reaccionan contra lo establecido no lo hacen por claridad intelectual, sino por desconocimiento supino. El gran mal de nuestra época es que ha legitimado la ignorancia como una alternativa antisistémica. Y, en plena destrucción de la escala ética de valores, cualquier chorrada o demencia alcanza el mismo estatuto de verdad que la idea lúcida y socialmente responsable.
El personaje del hijo/jefe de gabinete de la presidenta, riéndole todas las barrabasadas y gritándole «buenorra» y «maciza» durante el transcurso de los mítines, constituye uno de los esperpentos más realistas de la historia reciente del cine. Sin ir más lejos, aquí, en la Región de Murcia, tenemos al nuevo presidente de Nuevas Generaciones del Partido Popular, Antonio Landáburu, quien se declaró públicamente fan de su amado líder, López Miras, en un ejercicio de adulación bobalicona que desbordaba con mucho la estricta lealtad a la persona que le había puesto a dedo sin convocar las elecciones pertinentes. El 'lameculismo' siempre ha existido en la política; pero, conforme mayor es la mediocridad del subordinado, más denodados han de ser sus esfuerzos por sacar brillo a la figura del 'todopoderoso'. 'No mires arriba' es, en este sentido, una impactante radiografía del actual panorama político, en el que la divisa fundamental es: «No pienses por ti mismo; sígueme ciegamente a mí».
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