Estoy de acuerdo en que en lo de la Covid se deje hablar únicamente a los científicos. El problema es que en lo de la Covid yo no he leído otra cosa que opinar a políticos. Políticos que se dedican a la ciencia en sus ... ratos libres, que son todos, y científicos que se dedican a hacer política, supongo que porque con la ciencia no les pagan lo suficiente. Eso sin contar a los jueces, que por hacer también política callan en general sobre la enorme cuestión sobre derechos fundamentales a los que afectan gravemente las medidas gubernamentales, que son su estricto cometido, pero que no acometen. Y sin contar a la aplaudidora sociedad española, que se emplea en sentenciar magistralmente sobre pandemias, en el tiempo libre que les queda, claro, de arreglar el mundo como seleccionadores nacionales de fútbol. En la persona de cada español hay un seleccionador, un presidente del Gobierno y un consejero delegado de virólogos sin fronteras.

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La Covid es una enfermedad de comportamiento raro, de origen aún más raro (aunque todos sospechamos cuál es pero no queremos confesárnoslo, igual que los hermanos Marx en el Oeste leían las cartas secretas pero no escuchaban su contenido) y que afecta, rarísimamente, más a la mente de personas digamos racionales que a sus pulmones. Es decir, la Covid, de uno y otro lado –estoy harto de escuchar a monologuistas de ambos extremos, más pesados aún que los farloperos– ha devenido, mediante una mutación más de la que sin embargo, a diferencia de las otras, no se ha dado noticia, en enfermedad sobre todo mental. Las enfermedades mentales tenidas por 'transitorias' que afectan a la entera masa tienen larga tradición en el mundo, desde las cazas de brujas a las ideologías totalitarias, y han provocado los mayores desastres de la Historia. Es como cuando alguien grita 'fuego' en un teatro hecho de madera y atestado de público, pero donde el gran teatro es el planeta. Tenemos a mandamases uniprovinciales decidiendo a su capricho sobre vidas y haciendas, sin tener competencias legales para ello, y eso da votos. Tenemos a virólogos opinando lo contrario que los inmunólogos. Tenemos a los mismos tipos ordenando cosas contradictorias a la población según las semanas que no tengan jueves o sí tengan. Tenemos a los altos tribunales sentenciando cuando ya nada puede hacerse, no mientras está ocurriendo. Y no pasa, naturalmente, nada. Todo eso por ceñirnos a España y no hablar de los 'infiernos distópicos', por usar los términos de aquel chico que conocí cuando prometía, Juan Manuel de Prada, en que se han convertido países de una Unión Europea que desde el 'Brexit' parece cada vez más sentenciada. Esa Francia del siempre siniestro Macron (la duda está en saber a quién se debe, no desde luego a los franceses) donde éste confiesa lo que pretende sobre parte de su sociedad y que en otro tiempo, pero en el mismo país, hubiese merecido un buen consejo de Guerra.

Todos hablan sobre una película de moda, 'No mires arriba', donde los científicos a los que no hacen caso son los buenos y los políticos, los estúpidos, y que al parecer causa mucha risa. ¿Arriba? Solo mirando abajo, donde no hay otra cosa que política, nos reiremos menos.

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