El pasado lunes se dio a conocer el Barómetro de Invierno del Cemop, cuyos resultados arrojaron –como datos más significativos– el descenso en un escaño ... del PP –que pasaría de los 20 del sondeo anterior a los 19 del actual–, la subida de un escaño del PSOE –de 14 a 15–, el meteórico ascenso de Vox –de 4 a 8– y el mantenimiento de Unidas Podemos –que se queda en los 3 que le otorgaba la entrega de otoño–. La primera lectura que se extrae del estudio demoscópico es la inmovilidad de los bloques de derechas y de izquierdas, que, durante décadas, se han estancado en el 60% de voto conservador y en el 40% de progresista. Ese hecho ha dejado de describir una tendencia sociológica para convertirse en una anomalía. En ninguna otra comunidad autónoma española, la distribución de los apoyos entre la derecha y la izquierda ha permanecido tan inalterable durante un periodo de tiempo tan prolongado. Se podría decir que la política regional sufre una rara enfermedad a la que podría dar en llamar como 'síndrome Frozen': un efecto de congelación que impide trasvases, reconfiguraciones, alternativas, paréntesis en el 'status quo'.

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Resulta difícil explicar las razones por las que el río se ha transformado en estanque, y el agua no fluye. Pero, entre los posibles argumentos a esgrimir, se encontraría la práctica inexistencia de un auténtico electorado de centro en la Región de Murcia. Pese a que Cs irrumpió en la política nacional y regional con un discurso flexible que le permitiría pactar, según los casos, tanto con el centroderecha (PP) como con el centroizquierda (PSOE), lo cierto es que la praxis construida por Albert Rivera le hizo aparecer, a ojos de gran parte de la sociedad, como una marca blanca del PP en la que se podía confiar para depositar el voto de descontento con este. Mientras que Cs priorizó, en la Región de Murcia, al PP como aliado preferente, sus resultados electorales se mantuvieron en cifras aceptables. Pero, en el momento en que el partido naranja planteó una moción de censura contra López Miras en alianza con el PSOE, el electorado de derechas que le había prestado el voto se lo retiró de inmediato. De hecho, y como demostración de esta hipótesis, el último Barómetro del Cemop pone de manifiesto cómo la mayoría de votos que transfiere Cs al sistema van a parar al PP –hasta 15.000–. El sesgo que Albert Rivera le imprimió a Cs durante su liderazgo lo escoró tanto hacia la derecha que, en rigor, a la formación liberal no le quedó apenas margen para crear un verdadero espacio sociológico de centro. Y esto, por puro efecto dominó, acaba afectando a las posibilidades de crecimiento del PSOE.

La segunda conclusión que cabe extraer de la última entrega del Cemop es que López Miras no aporta un solo voto a la 'marca PP'. Muchos murcianos continúan votando al Partido Popular casi por superstición, porque forma parte de una rutina emocional que les refuerza en su zona de confort y les da seguridad. Este porcentaje de superstición –puntos arriba o abajo– siempre va a estar ahí –salvo acontecimientos inesperados de amplio alcance–. Pero la cuestión interesante, en este sentido, es que, desde su llegada a San Esteban, López Miras no ha sido capaz de aportar votos al partido que lidera por mor de su estricto liderazgo. El hecho de que su valoración haya caído en más de un punto durante el último trimestre –hasta situarse por debajo del 5– es un dato harto significativo. Como también lo es que, según indica el Cemop, la política se haya convertido en la principal preocupación de los murcianos. Que la Región de Murcia esté presidida por un Gobierno compuesto casi en su mitad por tránsfugas, y que la Asamblea Regional se haya convertido en el espacio de distorsión de la voluntad democrática de los murcianos constituyen realidades en cuya generación ha tenido que ver mucho López Miras. Y, claro, por más de derechas que seas, hay ciertos límites éticos cuya transgresión molesta.

Vox no es un 'partido acordeón': cada vez que sube un peldaño en su intención de voto, difícilmente lo baja

Es evidente que, por añadidura, López Miras alimenta el voto de Vox. Encuesta tras encuesta, elección tras elección, la ultraderecha crece en la Región de Murcia. Y, como ya he indicado en varias ocasiones –contra la opinión de algunos conspicuos sociólogos–, Vox no es un 'partido acordeón': cada vez que sube un peldaño en su intención de voto, difícilmente lo baja. De manera que su suelo es cada vez más elevado, y ello obliga a que, en cualquier pacto de gobernabilidad, el peso de su política extremista crezca. López Miras sabe que es Vox o la nada. Y, como su única consistencia política le viene de estar en el poder, hará lo imposible por llegar a un pacto con la ultraderecha que le asegure San Esteban. Escorar su política hacia los márgenes del extremismo es algo que no le debe preocupar mucho porque, en realidad, lo que se juega aquí no es un programa ideológico, sino una cuota de poder. A tenor de lo que refleja el Barómetro de Invierno del Cemop, el futuro de la región es negro. Las políticas neofranquistas de Vox toman posiciones y ya forman parte del 'mainstream' sociológico de esta comunidad autónoma. La preservación del poder se pagará con la pérdida de derechos. Al tiempo.

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