Margaretha Geertruida Zelle, nacida en 1876 y conocida como Mata Hari, fue famosa bailarina, cortesana y espía neerlandesa. Triunfó en Europa y, entre danza y ... danza y cama y cama, como hacían hasta hace poco las famosas 'gorriones' rusas, trabajó para los alemanes. Detenida por las fuerzas francesas, y acusada de ser una agente doble, fue condenada a muerte y fusilada.
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De antiguo siempre tuve fascinación por el mundo de los espías que en el cine y las novelas se nos aparecían envueltos en arrojo, misterio y glamur y que han sido sustituidos por los ordenadores, la inteligencia artificial y recién, por Pegasus, demoniaco invento para espiar los teléfonos móviles de señalados dirigentes, todo ello manejado por los sofisticados servicios de inteligencia: la CIA, el Mossad, el MI-17, el CNI, la DGED marroquí y otras tantas centrales consumidoras de ingentes partidas presupuestarias de sus respectivos países. Los señores y señoras espías son ahora de todo menos arrojados y glamurosos y de un tiempo a esta parte se me antojan, sobre todo americanos y españoles, de capa caída. No supieron avisar del desastre de las Torres Gemelas, tampoco de los ataques en las Ramblas de Barcelona, los atentados en los trenes de Atocha, y la toma ultrarrápida de Kabul y el control del aeropuerto por una jarca de talibanes. Me preocupa porque si se llegara al convencimiento de que bastan unos cuantos desalmados fundamentalistas para provocar este caos y este pánico sin que nuestros espías los lleguen a detectar, muchas de mis convicciones sobre el predominio de la cultura y de nuestros valores occidentales entrarían en profunda desesperanza.
Acongojados por el desastre que en vidas humanas y en recursos económicos ha provocado el demente Putin con su sanguinario, y por ahora fallido, intento de invasión de Ucrania; asfixiados por el abusivo incremento de los precios de la energía, el gas y los carburantes; alarmados por la subida del coste de la vida; y atónitos, y en parte desesperanzados, por el desastre de este Gobierno de incompetentes que nos ha tocado soportar, nos encontramos con un escándalo de dimensiones siderales. No se sabe quién, utilizando el Pegasus, ha entrado como Pedro por su casa en el móvil del presidente y le ha chorizado 2,6 gigas. Ante ese desastre de nuestro contraespionaje, a los listos que nos gobiernan no se les ocurre otra cosa que difundirlo a los cuatro vientos y dejar a los espías españoles a los pies de los caballos, porque si a eso le sumamos que aun espiando a los 'indepe', a los que, por cierto, han entregado la cabeza de la directora del CNI, no fueron capaces de detectar la procedencia de las urnas del ilegal referéndum, pórtico del golpe de Estado, ¿quién se va a fiar de nosotros? Qué desastre, qué desgobierno, cuánta torpeza en manejar una crisis tan grave. Dicen, y como tal lo cuento, que el 90% de la información que los de Pegasus birlaron a don Sánchez eran selfis. Otros, menos guasones, tienen la mosca tras la oreja de si el sultán 'Benichufa', con los gigas en la mano, ha podido chantajear al lindo don Sánchez con historias sobre blanqueo de dinero y arrodillarlo mientras recibía el Sáhara en bandeja. Cualquier opinión, por disparatada que sea, tiene parroquianos porque lo que falta es credibilidad en los protagonistas de este mal Gobierno. Esto está acabado, la puntilla a Sánchez y al sanchismo se la van a dar los andaluces. Si después del batacazo electoral, que ya se huele, los socialistas de bien no acaban con este demente que es capaz, con tal de seguir unos meses en el poder, de dinamitar España, llevarán sus históricas siglas al baúl de los recuerdos y no habrá memoria que los resucite.
No podemos descuidar a nuestros espías, la destitución de su directora para contentar a los independentistas ha sido una barbaridad. Felipe II, para poder controlar el inmenso imperio que tenía bajo su mando, formó una red de espionaje de primer nivel y la dotó con grandes partidas presupuestarias. El viejo dicho, aquel de los sarracenos que nos molieron a palos porque Dios protege a los malos cuando son más que los buenos, ha cambiado y ahora debemos decir que Dios protege a los malos cuando espían más que los buenos. Dicho lo de malos y buenos como figura retórica y con todos los respetos, faltaría más.
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