Síndrome del macho alfa
Isagoge de Mela ·
Afortunadamente en las últimas décadas se han conquistado derechos y se aceptan la tolerancia y la igualdad en virtud de la dignidad humanaIsagoge de Mela ·
Afortunadamente en las últimas décadas se han conquistado derechos y se aceptan la tolerancia y la igualdad en virtud de la dignidad humanaAl ver la imagen del beso robado que, en un primer momento, comparaban con el de Iker Casillas y Sara Carbonero, en Sudáfrica, lógicamente se ... piensa que ambos protagonistas vivían un 'affaire'. La sorpresa fue saber que se trataba de un abuso de manual, un 'baiser volé' que, a diferencia del anuncio del perfume de Cartier, en el que ambos lo deseaban, en esta ocasión era impuesto y sin consentimiento. Un comportamiento inaudito y censurable. Y la cosa no quedó ahí. Esa conducta abusiva no fue aislada. Las imágenes, al estilo del rapto de las sabinas en los orígenes de Roma, con una de las heroínas colgada del hombro, indignan y empañan una celebración histórica. ¿Con qué derecho esas dos mujeres, dos campeonas, tuvieron que soportar esas vejaciones?
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Al escudarse en la euforia por el triunfo, se pretende culpar a la adrenalina o la testosterona que hacen perder el control de la situación, olvidando los modales, exhibiendo un lenguaje corporal soez y ademanes trogloditas (con perdón a los antepasados prehistóricos). Al subyugar la voluntad de estas triunfadoras hirió la sensibilidad empática de millones de personas, poniendo en evidencia no solo la cosificación de la mujer, la misoginia subliminal y el machismo tóxico, sino el ataque a la dignidad individual. Todo tiene un límite sancionable, que se traspasó, y que fue trasmitido a todo el planeta. Porque en esta bendita sociedad del siglo XXI hay cámaras por doquier que, sin piedad, inmortalizan lo que el gran hermano controla.
Ese comportamiento exhibido es típico de individuos con síndrome del macho alfa. Ostentan una fachada peligrosa que oculta un complejo de inferioridad. Esas personas necesitan sentir que son el centro de atención y que dominan la situación y a las personas, alardeándolo con arrogancia, porque su autoridad tiene que ser evidente. Con el fin de mantener su estatus, suelen ser obstinados y beligerantes, gustan de favoritismos y les domina la impaciencia. Así, en momentos de euforia pueden ser desafiantes y cegarse, sin ser capaces de prever el efecto y las consecuencias de sus actos.
Aunque este síndrome existe, el concepto de macho alfa en la especie humana es un mito. Si bien puede tratarse de un rasgo social definido, actualmente el 'machote' ya no es el paradigma de la masculinidad. El término de lobo alfa fue definido, en 1947, por el profesor Rudolf Schenkel, de la Universidad de Basilea. Al estudiar la estructura social de los lobos, en el zoo, evidenció que siempre uno de los machos adoptaba el papel dominante. Pero esos estudios se observaron en lobos en cautividad y, años más tarde, se descubrió que, aunque en otras especies sí existe, el comportamiento real de los lobos en libertad no se correspondía con esa jerarquía. Cuando alcanzan la mayoría de edad, los lobos se separan de su manada, buscan pareja y crean otra manada, su propia familia, en la que ni el macho ni la hembra dominan, sino que colaboran. La vulgarización del término 'macho alfa', incluso en la especie humana, se debe a David Mech, quien aclaró el equívoco en los lobos en 1999. Pero ya era demasiado tarde porque el concepto erróneo de macho alfa ya había calado en el imaginario colectivo.
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Cuando el ser humano se bajó de los árboles y conquistó la sabana, la diferencia de tamaño corporal entre machos y hembras todavía era muy evidente. Poco a poco, el tamaño corporal se fue asemejando. Si bien los varones son más corpulentos y, además, tienen más fuerza física, el tamaño del cerebro creció más y más en proporción al volumen del cuerpo, por igual en ambos sexos. Con respecto a otros animales seguíamos siendo indefensos como especie, pero ese inexplicable crecimiento cerebral nos hizo ser capaces de adaptarnos a cualquier ambiente y desarrollar capacidades mentales. La diferencia en la fuerza física entre los sexos no debería haber sido lo más importante, pero lo fue. Han pasado millones de años y muchos siglos y, aunque algunos se resisten, afortunadamente en las últimas décadas se han conquistado derechos y se aceptan la tolerancia y la igualdad en virtud de la dignidad humana. Porque, como sentenciara Confucio, «sin sentimiento de respeto, no hay forma de distinguir los hombres de las bestias».
Aun cuando cuesta creer que este incidente haya sido real, no podemos retroceder ni aceptar actos punibles de quienes se pretenden macho alfa. Los verdaderos individuos alfa (de cualquier sexo) tienen seguridad en sí mismos, son respetuosos, transmiten sosiego y no precisan ni inquietar, ni violentar a los demás.
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