Giovanni di Pietro Bernardone, el francesito, más conocido como san Francisco de Asís, vivió en el siglo XII, época de grandes cambios sociales y demográficos. ... En paralelo al desarrollo de las ciudades, por la movilidad del campo a las urbes, floreció el comercio y la vida de lujo de quienes podían permitírselo. Numerosos jerarcas religiosos también incrementaron su opulencia, pero no así todos los profesos. El santo de Asís, hijo de un rico comerciante, que vivió una juventud azarosa y desenfadada, tras sentir la llamada divina, descubrió la fugacidad de la vida terrenal y la grandeza del desapego de los placeres terrenales. Francisco 'se casó con la pobreza' y, no sin dificultades, fundó la orden mendicante de los franciscanos que renunciaba a los bienes materiales.
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Francisco fue un gran viajero. En 1209, viajó a Roma para que el Papa Inocencio III aprobara la primera regla de la Orden, aceptada plenamente tras el Concilio de Letrán, en 1215. Y, en época de cruzadas, con el afán de evangelizar infieles en Oriente, vestido de harapos, en 2019, viajó a Tierra Santa y Egipto, donde trató de convertir al sultán Al-Malik Al-Kamil, sobrino de Saladino. La semilla de sus viajes por esas latitudes floreció y, desde hace 800 años, los Santos Lugares ostentan la vigilante omnipresencia de custodios franciscanos.
Como Tomás de Celano relata en una de sus tres hagiografías de san Francisco, este debió quedar maravillado por sus vivencias en Oriente y, en la Navidad de 1223, deseó conmemorar el Nacimiento representándolo de forma viviente. Primero convenció a Giovanni di Greccio, señor del lugar, en el valle Reatino, después pidió permiso al Papa Honorio III porque su excepcional idea fue, en principio, muy censurada. Aunque estableció que el niño Jesús sería una imagen esculpida, la cuestión crucial no era solo que la Virgen María, san José y los pastores fueran aldeanos y frailes, ni que se celebrara una misa nocturna fuera del templo, en el exterior gélido invernal de Reatino, ni tampoco que se realizara en una 'cueva artificial' diseñada y recreada por un artesano lugareño.
El gran aprieto era que el santo de Asís, amante de los animales, a los que consideraba sus hermanos pequeños, quería incluir al buey y a la mula en el pesebre. Y se armó el belén. De hecho, la jerarquía eclesiástica e incluso algunos frailes de la orden franciscana consideraban que incluir animales era inconcebible e impensable debido a que solo estaba referenciado en escritos del profeta Isaías, en los repudiados evangelios apócrifos y en las pinturas parietales de las catacumbas. Pero san Francisco, superando enjuiciamientos y escollos, consiguió incorporarlos a su Nacimiento porque, como explicó en un emocionado sermón, la mula había sido la compañera de viaje de la Sagrada Familia (y lo sería posteriormente en la huida a Egipto) y el buey les reconfortó con su venerable calor.
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El regocijo de los presentes ante la experiencia vivida aquella noche se transmitió a las localidades vecinas. Poco a poco, las comunidades franciscanas extendieron la tradición por todo el orbe, siendo adoptada por otras órdenes religiosas y parroquias. En los siglos XIV y XV, también la nobleza comenzó a instalar belenes en sus casas y palacios, considerando que fue san Cayetano de Thiene, el santo de la Providencia, quien lo puso de moda, en 1534.
Aunque los belenes nacieron en Italia, son muy españoles. El rey de Nápoles, futuro Carlos III, y su esposa María Amalia de Sajonia, importaron la tradición a la corte española, la popularizaron y la extendieron a todos los países de habla hispana. Los belenes son arte que representa parte de nuestra cultura. El belenismo, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de España el año pasado, más allá del espíritu y religiosidad católica, es un hecho sociológico. En Murcia, en el Museo Salzillo, hay dos famosos belenes que se pueden visitar: el realizado, entre 1776 y 1783, por el genial don Francisco Salzillo (con 556 personajes y 372 animales) y el Belén Napolitano de los hermanos García de Castro (de 600 piezas que representan costumbres, vida cotidiana e incluso enfermedades, como el bocio endémico), cedido al Museo por la Fundación San Antonio, entonces presidida por don José Luis Mendoza.
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En 2023 celebramos los 800 años del belén con el que San Francisco de Asís pretendía revivir un hecho histórico, ya bimilenario, que es misterio de salvación y de incomparable trascendencia religiosa para los creyentes cristianos. Que la Paz de esta Noche se extienda por el mundo, ¡que falta hace!
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