En la actual tesitura lo oportuno sería callar, guardar un silencio respetuoso apartados de la algarabía cotidiana. Es uno de esos momentos que conturba el ánimo, desalentados por la impotencia, desolados por las dimensiones trágicas de las inundaciones en nuestras comunidades vecinas. Unas sensaciones reiteradas, ... reforzadas ante lo que se intuye magnitud de los sucesos plasmadas en el reiterado aluvión de imágenes de una devastación desmedida. Surgen emociones de aflicción al imaginar los terribles momentos de los afectados. Este anímico dolorido y atribulado desconsuelo remite a parafrasear lo fútil, inane de que después de cataclismo de semejante envergadura, no cabe pretender componer alguna elucubración medianamente procedente sin desdibujar sus penosos límites. Esbozar mensajes mediante palabras es pobre recurso para expresar los sentimientos, cuando la fuerza de la naturaleza desbocada nos coloca ante la perspectiva de nuestras limitaciones, sujetos pasivos de un azar indiscriminado –en este caso por el descomunal embate del agua embravecida– en su pretensión de buscar su salida natural a través de cauces ancestrales.

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Un agua primordial que resulta esencial para la vida, sin la cual esta no sería posible en nuestro planeta, como reafirma el hecho de que el cuerpo humano esté compuesto por ella en tres cuartas partes. Necesitados por fuerza a un aporte esencial diario, regulado por exquisitos mecanismos que determinan la sensación de sed –algo menos evidentes en niños y mermados en ancianos–. Con un equitativo proceder respecto a las pérdidas, de forma insensible al exhalar vapor de agua con la respiración, por el sudor, las heces y la orina. Sobre este equitativo balance entre aportes y pérdidas, durante centurias se ha asentado la teoría médica de los cuatro humores, sangre, flema, bilis amarilla y bilis negra cuyo desequilibrio estaba en la raíz de toda enfermedad empleándose toda clase de remedios para restablecer la normalidad, como ejemplifica la práctica regular de sangrías. De modo que la historia de la humanidad pivota siempre alrededor del agua, atendiendo a las necesidades para su procura imprescindibles para la existencia y la actividad humana, un reto constante para la especie y la naturaleza en la que se inserta, precisados de disponer de bien tan preciado. Desde los primitivos enclaves humanos en las cercanías de fuentes, manantiales, pozos, arroyos y cuencas de los ríos hasta las manufacturas para su conservación y transporte, presentes en todas las civilizaciones de las que han dejado cumplida huella en recipientes para abastecerse. De su importancia dan testimonio vasijas, ánforas, tiestos de barro cocido en excavaciones arqueológicas y ajuares funerarios. Resulta un reto intelectual fascinante asomarse a los entresijos de la asombrosa perfección del funcionamiento de la máquina corporal, con complejos, sofisticados e inaprensibles mecanismos de una precisión molecular infinitesimal, que ni el más primoroso mecanismo de relojería o de ingeniería puede asemejarse. Asomarse a las claves de la evolución apunta a intuir solo lejanamente las ideas apuntadas por Darwin con las singulares adaptaciones del organismo, desde la célula primigenia con crecientes y sucesivos desafíos para adaptarse al medio hasta la complejidad extrema de la estructura del cuerpo humano. En busca de respuestas inalcanzables buceando en las más diversas fuentes solo se atisba un mínimo de cómo se activa esta progresión hacia la complejidad. Darwin, Teilhard de Chardin, Cavalli Sforza, Dawkins... y tantos otros empeñados en resolver enigma tan descomunal. Al cómo y de qué manera en una progresión continuada se alcanza, desde una combinación azarosa de partículas materiales simples, hasta culminar en la toma de conciencia de esa materia de la que estamos formados. Admiración ilimitada. Pasmofascinación y maravilla y cuantas expresiones se quieran añadir. Pasmo que en el caso del agua se concreta en la sorprendente teoría evolutiva formulada por alguno de los autores mencionados al afirmar que estaría enraizada en el núcleo de nuestra herencia genética, ya que señala que el cuerpo humano sería el recipiente perfecto como mero vehículo diseñado por el agua, del que ésta se serviría para desplazarse de unos lugares a otros. Queda el enigma esencial de cuál sería el propósito en esa nebulosa apuntada del mecanismo evolutivo cuyo sentido final determinado resta como pregunta imposible de dilucidar.

Queda el enigma esencial de cuál sería el propósito en la nebulosa del mecanismo evolutivo

Uno de los rasgos esenciales de la civilización es el espíritu de ayuda, prestando auxilio, culminación de lo que se entiende como humanidad. Rasgos que brillan en estos momentos en un espíritu de entrega magnífico para paliar en lo posible la tragedia sobrevenida con la colaboración desinteresada. En una concreción perfecta del significado de la palabra voluntario pues en su etimología deriva de la raíz latina 'vollere' que significa querer. Expresión que se mantiene en el valenciano ya que 'voler' es amar y estimar al otro.

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