Enfrascados hasta el tuétano en una perenne polémica de toda suerte y condición, en la que cualquier aspecto para regular la convivencia es puesto en tela de juicio, discutido y objetado. Como reprochado o jaleado según preferencias, con nulo análisis y menos autocrítica por el ... coro de adeptos conocidos, cabría suponer, en un escenario idílico, que aspecto tan sensible como la medicina quedaría a resguardo del enjambre de querellas, pleitos y litigios cotidianos. Centrados en el aspecto de la relación entre una persona con un menoscabo de salud, el enfermo y otra a la que solicita asistencia, ayuda, consejo, el médico, como profesional dedicado a poner sus conocimientos y pericia para remediar o paliar su problema. Tratándose como se trata sin distinción la salud del bien más deseado, ansiado y anhelado, pudieran sorprender, en ese contexto utópico señalado claro está, disputas por discrepancias surgidas en esta singular relación médico enfermo. No es óbice esta aseveración siempre hecha salvedad por una práctica incorrecta comúnmente merecedora de reproche por error, desconocimiento o impericia palmarios. Pero la disconformidad acerca de actuaciones basadas en la experiencia, la pericia y el conocimiento del profesional según criterios de práctica científica, actualizada, motivados por intereses particulares, preside algunas de estas diferencias de criterio. La mayoría de desencuentros se centran en cuestiones de índole administrativa. En menor medida se cuestionan actos profesionales que acaban en los tribunales de justicia. Pero así es la vida y la necesidad de solventar discrepancias entre contrarios está a la orden del día. El desarrollo de la sociedad y los múltiples factores asociados, ajenos a la medicina, que inciden en esta relación interpersonal, conducen a escenarios en los que pueden surgir divergencias. Suele tratarse de consideraciones teñidas por sesgos economicistas, alterando la deseable normalidad en un lazo compartido en aras a la mutua satisfacción. Ha sido notorio en este aspecto de reclamar un cambio sustancial en la relación entre médico y enfermo, superada la actitud médica paternalista presente durante centurias, en el que el sanitario decidía cualquier medida. A partir de la progresiva adquisición de derechos civiles, desde la segunda mitad del pasado siglo, aparece el protagonismo del paciente para decidir lo concerniente a su persona, informado de forma exhaustiva y veraz para cualquier actuación sanitaria sobre su cuerpo. Se hacen valer su opinión y sus derechos. Derechos, por cierto, recogidos en llamativa cartelería en pasillos de centros sanitarios, junto a las obligaciones de los usuarios del sistema sanitario. Cuando, por cualquier circunstancia, el enfermo supone que sus prerrogativas están menoscabadas se resquebraja la confianza mutua en ese proceso compartido en aras a solucionar el problema de salud.
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Pueden ser opinables y discutibles las discordancias sobre la aplicación de cuestiones técnicas en el manejo de una enfermedad, para lo cual resulta clave confiar en el profesional, cuestionarlo entorpece avanzar. Una apreciación en la actualidad realzada por la aparición de un elemento extraño en esta unión entre dos, como es el 'doctor Google', por la oportunidad que brinda de acceso a contenidos de salud variopintos, no todos acertados, con lo que se forjan ideas sobre el modo de proceder, propio o sobre un familiar o allegado. Se discute, cuestionando decisiones a profesionales a los que se supone solventes en su trabajo, en ocasiones por creencias o equívocos más o menos acertados a los que llegan de manera ocasional. Con el sonsonete de «pues yo he leído en internet...».
En esta tesitura la disputa se puede trasladar, por resultados de cualquier enfermedad, no siempre acordes con las expectativas del afectado al campo judicial, con el malestar que esto comporta. De ahí el enfatizar por los profesionales las posibilidades y riesgos de cualquier acto médico, sin desmayo, siendo exhaustivos. En este sentido se está recurriendo, como alternativa para arreglar conflictos como en otras situaciones, al cada vez más arraigado proceso de mediación entre las partes enfrentadas. Un acto que puede ser un adecuado complemento para el proceso judicial, mediante un proceso de diálogo, escucha y negociación. En este arbitraje en busca de conciliar desavenencias que satisfaga a ambas partes se pretende potenciar la comunicación a fin de armonizar posturas encontradas que a todos satisfagan, con la actuación de un mediador profesional que actúa de modo imparcial. En entornos en los que se ha implantado la mediación, con diálogo y escucha, ha mostrado resultados esperanzadores en busca de conformidad aceptable, sin los inconvenientes de un procedimiento judicial. En ese anhelo, al menos formúlese así, de evitar conflictos con disposición de ánimo, deliberando en un marco tolerante, sabiendo las consecuencias de cada acto médico. Si desemboca en una crisis indeseada, la mediación es un recurso al que optar.
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