La capacidad de las manos para actuar al dictado de la voluntad es asombrosa, rasgo diferencial de la especie humana. Como reflejo de su importancia, en sentido figurado, forman parte de expresiones simbólicas de todo tipo. Entre tantas, en sentido positivo, dar la mano, ir ... de la mano o echar una mano, para ayudar a quienes están dejados de la mano de Dios. O manos limpias como sigo de honradez, tanto como tenerlas sucias por actos reprobables. De modo familiar se aplica la frase lavarse las manos, atribuida a la postura adoptada por Poncio Pilatos, con la intención de desentenderse de la responsabilidad de algo o del resultado de una acción y decisión de otros con la que no se está de acuerdo. En su dimensión real un acto higiénico simple como el lavado de las manos reviste destacada importancia para evitar sufrir, tanto como transmitir, no pocas enfermedades infecciosas. Evitables. Sería un remedio considerado mano de santo. Algo que está en nuestras manos. Sin grandes alharacas ni dispendios, con una rutina asumida sobre todo al manipular alimentos y comidas o tras utilizar el cuarto de baño. Con agua y jabón basta, con el complemento en determinados contextos profesionales de soluciones antisépticas. Líquidos parte de ese almacén de botiquines caseros trufados de medicinas para dolencias leves o sobrantes de tratamientos previos de mayor enjundia. En buena parte con fecha de caducidad superada con largueza, su consumo supone una apuesta de riesgo, como la facilidad de acceso al alcance de peligrosas travesuras. En armarios y cajones se amontonan en desordenada conjunción coloridos envases, blísteres sueltos y abiertos, tubos y frascos de variada y multiforme condición, en espera del momento, siempre demorado, para depositarlos en los puntos de farmacia habilitados para las medicinas en desuso. Un batiburrillo al que se han agregado frascos y botellas de fluidos antisépticos para enjuague de las manos, esparcidos por estantes de lavabos y baños. Al igual que en establecimientos públicos, donde persisten firmes como elementos decorativos sobre peanas y anaqueles, con una pátina del tiempo –algo mugrienta–, fundamentales cuando la transmisión del virus era desconocida, cayendo en desuso en detrimento de las mascarillas, iconos representativos de la pandemia por covid. Época que, aunque parezca una conmoción de tiempos remotos, marcó y condicionó nuestras vidas hace cuatro días.
Publicidad
Al menos su presencia debería recordar la necesidad de lavarse las manos con frecuencia. Sin caer en terrenos de obsesión, claro está. Hábito de especial importancia en los centros sanitarios a fin de eliminar las frecuentes y temidas infecciones nosocomiales, trasmitidas de unos a otros enfermos, sin una higiene de manos concienzuda y frecuente, un quebradero de cabeza por la creciente incidencia de bacterias resistentes a la acción de poderosos antibióticos, difíciles de erradicar. Uno de los riesgos más importantes de salud pública hospitalaria, en un área clave de creciente importancia en la investigación. Cabe apuntar un aspecto en el que rara vez se repara como el secado de las manos. Sobre cuál es la forma, aunque parezca un asunto menor, preocupa encontrar la mejor opción, en el supuesto de que, determinadas técnicas pudieran contribuir a desperdigar gérmenes sobre el ambiente alrededor, superficies de lavabos, pomos de puertas... Un secado, una vez enjuagadas, con toallas de papel desechables, de algodón, o secadoras eléctricas empotradas en la pared, con un flujo de aire caliente evaporando las gotas de agua. Acción en extremo aconsejable en aseos, privados como públicos. Si bien en estos últimos esta higiene manual es infrecuente, según una estadística norteamericana, con datos objetivos irreprochables, medidos con una curiosa metodología. Los investigadores de campo, apostados durante horas en lavabos, se dedicaban a contar cuántas personas se enjuagaban y secaban las manos después de utilizar las instalaciones. Cabe imaginar las torvas miradas y lo que podían pensar de tan esforzados científicos, tenidos por mirones, los usuarios concernidos. Hay una serie de recomendaciones básicas, de sentido común para lograr resultados satisfactorios, como tenerlo por costumbre asumida, usar con largueza jabón y destinar un tiempo prudencial, sin prisas, al lavado, enjuague y secado posterior. Con consejos más concretos en zonas especializadas sanitarias, respecto a las soluciones antisépticas aplicadas, como a la insistencia en el cumplimiento del personal, como respecto a las características del producto, prefiriendo los profesionales soluciones de secado rápido, poco irritantes para la piel. Sabiendo lo que nos traemos entre manos no conviene que se nos vaya de ellas por inconsistencia pereza u olvido. Su valor simbólico se entrelaza con el sentido real, material, al indicar pureza, justicia y honestidad de los comportamientos, tanto como esas manos lavadas, limpias, son garantía para salvaguardar la salud, propia y ajena.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El pueblo de Castilla y León que se congela a 7,1 grados bajo cero
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.