Tan singular palabra no aparece registrada en los diccionarios de uso habitual. Pero sin embargo la filematologia existe, como disciplina auténtica y real, referente a la ciencia que se ocupa del estudio de los besos. Es un término derivado del griego clásico, con el significado ... de 'amor terrenal' nada menos. De ahí a las variadas consideraciones sobre su función ritual en saludos, muestras de cariño, afecto, ternura... Hecha esta introducción con marchamo de intelectualidad, líbrenos de otro más con la tabarra del beso. Saturados por la inflación de noticias, comentarios, opiniones sobre el beso con mayúsculas, por antonomasia, aquel que, por reiterado, resulta obvio nombrar. Ni los bíblicos de Jacob o Judas, por diferentes razones, ni Proust impaciente por recibir su anhelada caricia materna. Ni siquiera Giotto, Klimt o Breznev han alcanzado tamaña relevancia ni despertado semejante conmoción popular. Quizás sea por no sustraerse a la actualidad del contexto social en una deriva, además, que propicia la admonición de Shakespeare: estas delicias violentas tienen finales violentos. ¡Y en su triunfo mueren!, como el fuego y la pólvora. Que, mientras se besan, consumen, en Romeo y Julieta. Pero hoy, leer beso y pasar página quizás sea lo procedente, dar por concluida esta lectura y a otra cosa.
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Aunque, pertinaces, no cabe sustraerse a una cuestión que ha tenido al país expectante, relegando a la sombra cuestiones esenciales de convivencia. Puestos en situación, calmadas las expectativas, queda, aunque parezca improbable, contemplar la cuestión desde un punto de vista diferente, con cierto resquicio siquiera para una pizca de originalidad. Se trataría de contemplar el hecho de besar –actividad en múltiples formas y contextos– desde un atributo inusual como es el aspecto fisiológico, explotadas las consideraciones sociales, éticas, deportivas, comerciales... De lo que sucede en el organismo con el puro y simpe acto mecánico y sus consecuencias en la esfera emocional, cuando dos personas rozan la superficie de sus labios. Se sabe que estas mucosas están dotadas de una sensibilidad en grado extremo, gracias a un sinfín de terminaciones nerviosas, muy superiores por ejemplo a las de las yemas de los dedos. Una vez en contacto, se desencadenan estímulos transmitidos a través de los nervios hasta el cerebro, lugar en el que se activan receptores que secretan sustancias bioquímicas como endorfinas, dopamina y catecolaminas. Hormonas que aceleran el pulso y la presión arterial, al tiempo que suscitan una sensible satisfacción emocional. En una evidencia que cualquier practicante habrá tenido oportunidad de comprobar.
Una fricción en la que intervienen gran número de músculos faciales, principalmente el orbicular situado alrededor de la boca. En casos más avanzados, digamos más pasionales, aumentan claro está las funciones del organismo. Hay un refuerzo del movimiento con otros grupos de músculos a fin de adaptar la postura del cuerpo para enlazar el talle y adecuar la espalda para componer la figura. Cosa de dos, en una entrega en la que prácticamente se compromete el cuerpo en su totalidad. Si se produce contacto lingual, la cosa ya pasa a connotaciones de mayor enjundia, por el consiguiente intercambio de fluidos salivares, junto a productos menos saludables en ocasiones, como posibles agentes infecciosos presentes en la boca. Pero no insistamos en lo negativo. Se serena el ánimo, aplacando el estrés a la par que se queman calorías, claro está en relación con el interés que se ponga. Del mismo modo que otros beneficios comprobados apuntan a una reducción de la caries y al refuerzo del sistema inmunitario. Nada menos. Como se ve, es aplicable una visión desde la óptica de la medicina del digamos ósculo, para variar tan repetitivo término. El beso está fuertemente enraizado en la naturaleza humana desde que, como reflejo condicionado, el recién nacido succiona el pecho materno. Trance que condensa, por medio del contacto físico, el reconocimiento hacia el otro.
En la cultura occidental esta unión corporal siempre ha tenido una destacada trascendencia como signo de relación entre dos personas. Con satisfacción en los encuentros y presentaciones. Con pena en despedidas o de consuelo en el duelo. Como inicio del amor en ese primer beso juvenil. Sin pretender al describir acciones de fisiología desmontar el aura de romanticismo inherente al beso. Besar se torna empero una saludable actividad, siempre bajo la óptica médica por descontado, guardando los límites de la corrección y la aceptación mutua, no nos vayamos a meter en charcos no pretendidos. Un gesto ritual firmemente arraigado en la especie, como expresión de sentimientos de cercanía hacia el prójimo. Muestra de saludo, deferencia, cortesía, cariño, afecto, estima, incluso de reverencia. Como con ánimo shakespeariano se reivindica: «Toca mis labios con esos labios hermosos tuyos. El beso será tuyo y mío».
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