A lomos de una supuesta modernidad –más aparente que real, de tintes cosméticos, superficiales en buena medida– cambian valores sociales, hábitos y costumbres dadas por sentadas. De modo sutil, casi imperceptible, se sustituyen por otras nuevas, en rasgos perceptibles al contemplar comportamientos, vestimenta, tatuajes o ... peinados imposibles. No solo el maquillaje externo, cambian asimismo las formas de expresión oral, en una normalización del lenguaje habitual trufado de tacos, expresiones malsonantes, improperios o términos escatológicos, sin asomo de rubor ni contención verbal. Se hace mención a peculiaridades sobre funciones fisiológicas del cuerpo habitualmente preservadas para la intimidad. Suelen primar insinuaciones relativas al sexo, ahora explícitas, sin ese deje de ironía que las caracterizaba con alusiones equívocas para provocar sonrisas. Unas locuciones frecuentes incluso en programas de gran audiencia televisiva, abiertas compuertas cerradas por simple pudor sin más. En otras circunstancias, en tertulias informales en las que reina la confianza, se suele incidir en la vejez –periodo del declive orgánico– en las variadas limitaciones físicas, ya sea el menoscabo de movilidad, como cuitas y pormenores acerca de disfunciones del aparato urinario o el gastrointestinal.
Publicidad
Utilizar palabras de este jaez en público resulta chocante, no así en la esfera sanitaria, imprescindibles en el necesario manejo de retirada cotidiana de desechos normales del metabolismo para el aseo de los enfermos y personas dependientes. Es una función de sostén y asistencia efectuada por animoso personal sanitario y cuidadores para manejar los productos terminales de la fisiología, orina y heces. En una dedicación meritoria, sin remilgos. Situaciones de la que nadie está privado, al afectar hasta el común de los mortales.
En concreto, en un contexto especializado de la medicina, el proceso final de la digestión y su producto, las heces, centra una de las áreas de mayor interés en la investigación puntera presente. De modo singular la conocida como microbiota intestinal, término que ha venido a reemplazar al tradicional de flora microbiana del intestino, referente al conglomerado de millones de bacterias que lo pueblan, de importancia decisiva para la salud global del individuo, con una amplia y destacada variedad de actividades. Desde su papel en la digestión de la fibra dietética, con la formación de ácidos grasos de propiedades antiinflamatorias y de génesis de diversas vitaminas, hasta modular los mecanismos de defensa frente a las infecciones. Influencia que se extiende a la nutrición y el metabolismo, en referencia a la diabetes y la obesidad, para regular aspectos relacionados con el peso corporal, según predominen determinados tipos de bacterias. Sin pausa se van desvelando aspectos novedosos en este universo microbiológico como la reciente, aunque pueda parecer sorprendente, conexión entre microbiota, intestino y cerebro, capaz de influir en el estado de ánimo y las emociones al estimular la secreción de serotonina. Recientemente se ha demostrado incluso una acción relativa a las relaciones sociales, al comprobar que quienes tienen una convivencia estrecha gozan de una carga bacteriana similar. Microbiota cambiante, en número y diversidad a lo largo del ciclo vital, desde la adquirida en el parto hasta las variaciones causadas por el estilo de vida y, sobre todo, la dieta. Se trata de inquilinos ciertamente agradecidos, huéspedes en amable convivencia con sus hospedadores, con su peaje de actividades contribuyen al bienestar en una simbiosis con altibajos como con cualquier casero. Te doy albergue y tu colaboras al bien común. En esta tesitura diversas investigaciones abren la posibilidad del novedoso, atrevido, singular y eficaz trasplante de heces para regular el movimiento de los intestinos y tratar diversas enfermedades. Sobre cómo se lleva a cabo esta operación, mejor en otra ocasión. Prueba del interés despertado ha sido la reciente concesión del premio Princesa de Asturias a la Investigación 2023 a tres destacados científicos norteamericanos, Jeffrey Gordon, Peter Greenberg y Bonnie Bassier. Impulsores del Proyecto del Microbioma Humano, en el que se analiza la composición de los billones de bacterias del recinto intestinal, como la capacidad que poseen para emitir señales bioquímicas y formar grupos independientes para tareas acciones específicas.
No caben remilgos para ocultar aspectos de algo humano como las entrañas funcionales de la máquina que hace posible la actividad superior de la conciencia. Conciencia manifiesta por el lenguaje, que, en ningún caso es inocente. Normalizar expresiones inadecuadas, empleadas sin freno destierran en las relaciones humanas rasgos de templanza y moderación, en esa tendencia que se aprecia por un uso torticero, capaz de repercutir en la armonía social. Observar la naturaleza, comprender sus mecanismos puede servir de ejemplo como el que brindan tan singulares agrupaciones de microorganismos, compañeros inseparables del ser humano. En una colaboración en aras al interés comunitario, la dualidad de la persona, materia y espíritu en unidad indisoluble.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.