Aherrojados por la realidad cotidiana vivimos en perenne desazón, salpicados por escasos momentos de serenidad calificados como felices. Abrumados por una torrencial avalancha de imágenes y noticias de connotaciones negativas, magnificado su impacto por la ingente –como fácil y accesible– cantidad de recursos para una ... difusión de resonancia ilimitada. Una situación con influencia sobre el estado de ánimo, en constante tensión, obligado a una respuesta fisiológica por parte del organismo en su vertiente física, para adaptarse a responder ante un sostenido estado de alerta que tensa y corroe con parsimonia sus estructuras. En la memoria está haber transitado en un corto periodo por una interminable sucesión de pandemias, guerras, actitudes violentas, movimientos sociales desacostumbrados, problemas económicos y laborales, en la que es tensión cotidiana.

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No de otra cosa se trata el vivir habitual, en cada tiempo y lugar con sus diferentes circunstancias a las que es imperativo afrontar. Si bien la respuesta individual difiere sobremanera. Ante tantas incitaciones no extraña que aflore una importante labilidad emocional en grandes sectores de la población, expresado en el ingente consumo de fármacos psicotrópicos. (No solo se trata de la clásica melancolía –en un apunte marginal– circunstancia por tradición desencadenada por el aire otoñal). Ahora en teatral cambio, con la nostalgia de épocas pretéritas cuando conmemorar y reverenciar la muerte –culmen de lo aciago y pesimista– gozaba socialmente de connotaciones sombrías, hoy reemplazadas por el filtro singular de máscaras festivas, encajadas con fuerza entre las más aceptadas celebraciones costumbristas actuales. Ese añejo entretiempo de nuestro descontento, estación por cierto en trance de pasar al olvido respecto al clima, instalados en un persistente verano ambiental.

Se impone el anhelo de encontrar oasis gratificantes, esperanza, en suma, social, personal, profesional para enderezar tan inquietantes expectativas. Hay quienes encuentran recompensa en una dedicación altruista en múltiples variedades, representadas en las numerosas asociaciones y organizaciones de ayuda voluntaria. Sobre tan interesante dedicación se ha analizado el papel del médico como profesión de servicio a los demás en un ciclo de debates en la Academia de Medicina de Murcia. En su quehacer profesional algo de carácter intangible, que debería formar sin duda un ensamblaje imprescindible con sus necesarias competencias técnicas. Se trata de una profesión, como las destinadas al servicio público, en la que ese detalle imperceptible, la humanidad, se hace patente por el propio material –valga la expresión– con el que se trabaja como es el contacto personal. En este caso con quienes sufren menoscabo en su estado físico y engloba en sus raíces al contexto anímico, emocional. Condición tácita pues en este oficio en el que campean de modo sucesivo diversas premisas.

Hacer factible la palabra voluntario con el significado inicial de querer, de amar, sin esperar recompensas

Obvio es tratar de alcanzar la curación de las enfermedades. Cuando, por razones objetivas no es posible tal empeño, se impone la labor, no siempre fácil para quien se ve impelido a adoptar decisiones dolorosas ante la disyuntiva de aliviar en lo posible el sufrimiento, fuente de indudables desgarros personales. Para desembocar –en el tramo final de ese entramado de ayuda– en ofrecer consuelo, al compartir con otros la amargura a la que están abocados en ese trance, dolientes enfermos, familiares y amigos. Incluso con la pretensión de aliviar la propia congoja que sin duda deja muescas reiteradas ante escenarios tan aflictivos sin desanimarse. Consolar deriva en su etimología del latín 'consolor': encontrar alivio juntos, con pequeños actos. La mano amiga, la palabra amable, el silencio cómplice, el gesto de cariño en un abrazo sentido... Un consuelo que transita a lo largo de jalones señeros en nuestra concepción cultural desde tiempo inmemorial, como señala el excelente tratado del filósofo canadiense Michael Ignatieff, 'En busca de consuelo. Vivir con esperanza en tiempos oscuros'. En una apelación cuyas raíces se encuentran en representantes esenciales, el libro de Job y los Salmos, Cicerón, en las Consolaciones de la filosofía de Boecio, Primo Levi, Max weber, los hospicios medievales y tantos otros, hasta culminar en acompañar en el proceso final de la muerte y los cuidados paliativos. Deseo de ayuda espontánea cuando la humanización se plantea como reto y exigencia, ante una medicina cada vez en proceso de una mayor capacidad técnica que, en su extremo, puede llevar a la despersonalización, centrados en aspectos de simple biología y estructura, extinguiendo con parsimonia la llama de una amistad compartida.

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En un anhelo de reciprocidad, entre el conocimiento aportado por el experto que se enriquece personalmente al compartir un inacabable caudal de alegrías y tristezas, clave para el propio desarrollo personal. Hacer factible la palabra voluntario con el significado inicial de querer, de amar, sin esperar recompensas. Compartir las flaquezas y alegrías, lo que da sentido a la vida.

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