Cuenta Mariona Fernández que Bernardo Souvirón, deudor y divulgador de la Antigüedad griega y romana, en sus paseos por el campo a caballo allá donde ... vive [es profesor de Griego Antiguo y Cultura Clásica en el Instituto María Zambrano de El Espinar (Segovia)], solía encontrarse con cervatillos. «Si iba a caballo, no le hacían ni caso. Pero si descendía, se iban pitando. ¿Por qué? ¿Cómo lo saben? ¿Qué ven? ¿Cuándo han aprendido que somos malos?», se pregunta la autora de 'Buranuna. Canción de arcilla' (Karwán, 2025), el libro con el que esta hija de la montaña y de la niebla reaparece en el escenario editorial. En esta historia está, según Menchu Gutiérrez, «la condensación de una vida». Buranuna es «esa criatura entrañable y legendaria, es la guardiana de lo que perdimos, del olvido que somos, de lo que se quedó en la niebla, de lo que la palabra borró y arrebató».
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¿Seríamos tal como somos si el perro no nos hubiera acompañado en nuestros inicios?, se pregunta Mariona Fernández. «En cuanto vino el perro a nuestras tribus, porque le dábamos comida y así nos vigilaba por la noche y tal, cambiamos la forma de dormir los humanos, y así podemos dormir como lo hacemos ahora: es el momento en que desaparecemos. Antes teníamos un sueño más vigilante, un poco como el que tienen ellos. Es decir, cambiamos el tipo de sueño por los perros. Y eso dio pie a muchas cosas, como sugiere el zoólogo y etólogo Konrad Lorenz [compartió el Premio Nobel de Medicina de 1973 con Nikolaas Tinbergen y Karl von Frisch] en 'Cuando el hombre encontró al perro'». Mariona, criada en la comarca de Osona (Barcelona), donde vienen a confluir los ríos Ges y Ter, quería de pequeña que los perros le quisieran con ella, «y me querían ya, pues lo cierto es que te entienden mucho antes de lo que tú crees, y han generado, al igual que los gatos, un lenguaje para nosotros».
En 'Buranuna' da un valor capital a la palabra dicha. Ella tiene la suerte de vivir en un lugar, la isla de Menorca, donde aún se hacen contratos verbales. Esas relaciones basadas en la confianza también han empezado a extinguirse. Nos dice la cofundadora de Talleres Islados que en el momento en que los humanos empezaron a hablar se nos cerró una puerta de lo que sabíamos hasta entonces. Al no haber marcha atrás, ese mundo nuevo nos hace prisioneros, aunque también resulte algo útil y maravilloso. En un momento dado, la madre le dice a la hija, a Buranuna, que no sufra por el don que le ha sido dado, pues le ha quitado muchas cosas, si bien no todo es malo si lo usas adecuadamente... En cualquier caso, quién nos dirá que no, todos los que hablamos podemos parecer muy arrogantes.
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