![Centro para la memoria etnográfica](https://s3.ppllstatics.com/laverdad/www/multimedia/2023/08/19/1465475568-U46264828558MOm-1200x840@La%20Verdad.jpg)
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El municipio de Murcia ganaría, y mucho, si apostase por un centro de documentación de las artes, la etnografía y la antropología que recogiera tantos trabajos dispersos en los más insospechados rincones. Es una reivindicación que he escuchado muchas veces a los documentalistas María Luján ... Ortega y Tomás García Martínez, investigadores infatigables de costumbres y tradiciones nuestras. «A mí no me importaría donar todo mi material a ese hipotético centro», me reconoció la pareja hace unos meses. «Pero es que sucedería lo mismo con Joaquín Zamora o con cualquier otro fotógrafo local de cualquier pedanía».
No hablamos de un centro para guardar, sino un ente vivo que investigue, que estimule el estudio, que sirva de altavoz del folklore autóctono, que no es una cosa antigua, insiste Luján, pese a que está fosilizado en ciertos grupos y colectivos. Las nuevas metodologías de estudio ofrecen perspectivas nunca antes conocidas.
«Con todo lo que hay solo de la Región de Murcia guardado en las casas, el Museo de Música Étnica de Barranda se queda pequeño si metiéramos solo las cosas de aquí», sostiene García. Muchos son los que a modo particular están promoviendo esa labor que correspondería a la propia administración. Y dirán: ¿Es que no podrían cumplir esa función los archivos municipales o el General de la Región? Lo cierto es que estas instituciones ni tienen presupuesto ni personal ni medios suficientes como para apostar por algo tan genérico como las tradiciones, leyendas, creencias, costumbres, proverbios... populares y mantenidos por la tradición.
En unos años conoceremos, por ejemplo, un trabajo profundo sobre Alcañiz, el guitarrero de Murcia, desde el siglo XVIII en la calle del Pilar. Dos décadas llevan dos componentes de la Cuadrilla de Torreagüera realizando una recopilación de material que estaba desperdigado y escondido en muchos casos en arcones y altillos, adquiriendo de segunda mano artefactos fabricados por la saga de los Alcañiz hasta mediados del siglo pasado. Cada guitarra tiene una etiqueta de origen, cuenta Luján, «y por la forma de construcción, las maderas y las cajas de resonancias podemos saber quiénes las fabricaban».
El mismo Tomás, que creía tener una guitarra de Alcañiz, pudo comprobar que su preciado instrumento no era de principios de siglo. «Se la llevaron al taller, le pusieron la máquina infrarrojos de los billetes y desapareció la etiqueta de arriba y pudimos leer la de origen, y, al final, nada». Recuperar la memoria de nuestros antepasados no es solo recuperar los cantos de trilla cuando no hay ya ni trilla o que una peña huertana suba al escenario.
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