Maureen Stapleton (Estelle), Tom Hanks (Walter Fielding Jr.) y Shelly Long (Anna Crowley) en 'The Money Pit' ('Esta casa es una ruina'), película estadounidense de 1986 dirigida por Richard Benjamin.
La Vereda del Capitán

Esta casa es una ruina

Pocos amores pueden resistir una reforma

Sábado, 15 de febrero 2025, 07:41

Estamos en la metrópolis de postal, concurrida, pero apacible; las Torres Gemelas señorean sobre todos los puentes. Años 80. Encontramos a un tío «tope convencional», ... Walter, que aspira a tener «una pequeña casa en las afueras, con una valla blanca, quizás un perro, un par de hijos, y, para completar la cosa: una mujer». ¿Quieres casarte conmigo?, le propone una mañana a su novia, una violinista llamada Anna (Shelly Long), que vive temporalmente en el piso de su ex [«el lunático rubio», director de la «orquesta más exquisita del mundo», que interpreta Alexander Godunov] y se resiste a pasar por el aro por un papel del Estado de Nueva York. Encontrar un nuevo lugar en Nueva York puede llevar meses, aunque tengas dinero a manta. «Últimamente hemos sido felices», se convence Anna, un tanto desconsolada, al borde de la cama. «Mientras sigamos juntos, nada malo sucederá». ¿Seguro?

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En 'Esta casa es una ruina' (Richard Benjamin, 1986), comedia clásica del cine de los 80, no puede darse nada por seguro. Porque todo es susceptible de empeorar, y mucho. El amigo de Walter que le facilitará la «ganga» parece poco de fiar [¡corre maratones de 1 kilómetro!], pero «Wally» se deja encantar y se quedará con esa casa «a una hora de todo». Precioso casoplón. Walter advierte que «debe haber un error» en el precio. La pareja es de lágrima fácil, y sucumbirá a las súplicas de la pobrecita dueña («esto está muy abandonado desde que Carlos [el limpiapiscinas de Hitler] nos dejó. Carlos y yo fuimos muy felices aquí, y todo se ha acabado...»). La infelicidad guiará también a los nuevos inquilinos. ¡Incluso se quedan con los muebles! «Intento ahorrar un poco en las facturas de la luz, para las sanguijuelas de los abogados», había dicho la vendedora. ¡Qué papelón hace! La preciosa escalera es símbolo del desastre. Aunque también la cama que te engulle, el techo que se hunde, los marcos de las puertas que no aguantan un portazo, la red de tuberías que lleva de todo menos agua potable, y el montacargas, que trae como regalo un mapache.

«Necesitamos esa casa, sería perfecto», qué incautos. «Si hacemos esto, lo hacemos juntos». No admitirán discusiones... ¡Ja! Pues van a discutir por todo. ¿Qué amor puede con una reforma? ¿Cómo negarse al carpintero si viene recomendado? ¿Es cierto eso del truco del martillo y del clavo? El delicioso pavo sobrevolará cualquier indicio de orgullo propio. Faltaba la colmena de abejas en el jardín. Cuando Walter advierte un corazón en un chopo («Estelle ama a Carlos»), intenta hacer el suyo propio, si bien al clavar la navaja el árbol se viene abajo. «No puedo dejarte, no venceré la adicción nunca», cree Anna, antes de que todo empeore. El filme, proyectado en la Filmoteca Regional dentro del ciclo 'Arquitectura del (des)amor', de Helia de San Nicolás, demuestra que toda reforma ataca como un misil cualquier relación.

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