Si alguien pasa por la murciana Plaza de Santo Domingo o, con más motivo, si en su entorno vive, oirá repetidamente, como si fuera un disco rayado, un vozarrón que canta «¡A mi maneeeeera...!». El tal vozarrón, pues de vozarrón se trata, procede de un ... músico callejero que maneja el acordeón con cierta presteza. Su repertorio es muy limitado o, al menos, lo parece. A veces toca el vals número 2 de Shostakovich, o el tango 'Por una cabeza', pero, por lo que sea, casi siempre que paso por Santo Domingo oigo, como si me lo dedicara, tal es el brío que pone en la cuestión, un inefable «¡A mi maneeeeera...!».
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No pocas veces me han llamado la atención los músicos callejeros. Los hay buenísimo y los hay malísimos. Es curioso que apenas haya grado medio: o muy buenos o muy malos. Muchos artistas confiesan que empezaron su carrera artística tocando en estaciones de metro, delante de grandes museos o en plazas emblemáticas. En Helsinki, hace un par de veranos, vi un grupo, que bien podría denominarse sinfónico, que interpretaba brillantes piezas de Vivaldi o pasajes de 'El fantasma de la ópera', con una calidad que me dejaba sin habla, como diría Salinger. Estaba cerca del hotel, y a veces se te iba el tiempo oyéndolos tocar. Leo en algún lugar que Pablo López, un famosillo de 'Operación Triunfo', empezó a cantar en el metro de Londres. Y Andrés Martín o Natalia Jiménez, en el de Madrid. Pasa tanta gente por allí que la recaudación no será nimia. Pero hay que tener bemoles, nunca mejor dicho, para pasarse una tarde, o una noche, dale que te pego a la guitarra.
El nuestro, el de Santo Domingo, insiste con «¡A mi maneeeeera...!». Y de ahí no hay quien lo saque. Yo quisiera averiguar el porqué de esa canción precisamente y quizás pueda llegar a alguna conclusión, si investigo en el sentido y forma de la estrofa. Yo creía que era un tema que representaba de manera perfecta a Frank Sinatra. En cierto modo así es, ya que el éxito que consiguió fue inmenso, tanto, que se cansó de interpretarla, pues se la pedían en todos los recitales que hacía como propina final. Más curiosa es la manera como llegó al famoso 'showman'. En 1969, el histórico Paul Anka pasaba unas vacaciones en Francia. En la televisión oyó 'Comme d'habitude', canción francesa que hablaba de un matrimonio cansado de su vida en pareja, que hasta el amor hacían como una banal costumbre. A Paul Anka, que no entendía la letra, le encantó la música, y compró los derechos por cuatro perras llevándosela a Estados Unidos. Por entonces, su amigo Frank Sinatra lo invitó a una reunión en la que confesó que pensaba retirarse, pues eso del rock y los nuevos ritmos no iban con él. Anka se puso al piano y tocó la canción francesa, con una nueva letra que se ajustaba al estado emocional de Sinatra. En inglés la canción habla de un hombre de vuelta de todo («el final está cerca»), que se siente satisfecho de cuanto ha hecho en la vida: había recorrido caminos, hizo lo que tenía que hacer, mordió más de lo que tenía que masticar, eso sí, 'a su manera'. O sea, una chulada de hombre maduro, que le iba como anillo al dedo de aquel Sinatra de 53 años, con varios desengaños amorosos a la espalda, junto a éxitos profesionales de máximo nivel.
Cuando me contaron esta historia me acordé de la parodia que hacía Tricicle en los años ochenta, imitando a Julio Iglesias cuando cantaba 'Soy un truhán, soy un señor'. Los tres cómicos se acomodaban a la vez el nudo de la corbata. El autor de esa canción, el duodinámico Ramón Arcusa, la había escrito expresamente para el tal Iglesias. Y ¿saben cuándo la estrenó? El 15 de junio de 1977, en un especial de Televisión Española, la noche del recuento de votos de las primeras elecciones democráticas de nuestra transición política. ¡Qué cosas!
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Es posible que nuestro cantante callejero de Santo Domingo esté, como el protagonista de la canción, en el último tramo de su vida. Qué interesante sería, si yo fuera escritor, preguntarle de dónde viene, qué ha vivido, en qué sitios estuvo antes de aterrizar a final de Trapería, qué vida ha sufrido o disfrutado, a quiénes enamoró o de quiénes se enamoró, en una palabra, qué había hecho para vivir... a su manera.
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