Siempre he estado muy identificada con Tallulah Bankhead. No por lo mucho que hablaba. Que yo si no me pagan no considero necesario hablar más allá de lo imprescindible. Una amiga de la actriz americana se dedicó a contar las palabras que emitía por minuto ... y calculó que al día decía unas 70.000. Otra amiga remató: «Acabo de pasar una hora hablando con Tallulah durante cinco minutos». Pero alguna de sus frases cortas se debería poner en mármol. Mi favorita: «I'm not childless, darling. I'm childfree (no soy una mujer sin hijos, querida, soy una mujer libre de hijos)». Es verdad que en inglés suena mejor. Estar libre de hijos es estar también libre de que un hijo de puta mate a ese hijo. Como el de Tenerife. O una hija de puta, como Ana Julia Quezada. Porque no pienso en las niñas, que si no han sufrido (eso le concedo al salvaje padre) se han llevado la mejor parte de la maldad. Pero la madre. Madre mía, la madre. Qué razón tenía Tallulah.
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