Luis Enrique
LAS CUATRO ESQUINAS ·
El ciclo del asturiano estaba agotado tras el doloroso 'KO' ante los marroquíes en un Mundial al que al seleccionador le sobraron poses y le faltó un plan BLAS CUATRO ESQUINAS ·
El ciclo del asturiano estaba agotado tras el doloroso 'KO' ante los marroquíes en un Mundial al que al seleccionador le sobraron poses y le faltó un plan BA casa. A ver cómo te lo explico para que me entiendas. Para hacértelo fácil, vamos. Tú puedes marear al rival, convertir el partido en un rondo, que tus jugadores se pasen el balón mil veces y que la gente diga que qué bien ... juegan estos chicos. Eso está muy bien, pero si no tiras a puerta, resulta que lo demás no vale para nada. En esto del fútbol se trata de meterla dentro, la pelota. Y si el primer día del Mundial vienen los ingenuos de Costa Rica y te juegan abiertos en canal, resulta que tus chicos les hacen siete y se produce la catarsis nacional. Porque claro, en este país somos así de pendulares. Ya nos veíamos campeones del mundo cuando vinieron quince angelitos japoneses corriendo más que las centellas y nos pusieron, te pusieron, Luis Enrique, hijo, en el sitio que merecías, merecíamos. Porque a lo de los japos sucedió que llegaron los marroquíes con medio equipo nacido, jugado o formado en España, y nos acabaron mandando a casa con el rabo entre las piernas. No porque fueran mejores, que no lo son. Sino porque tienen un mayor rigor táctico, juegan el fútbol que les conviene, a lo Simeone, te explico, y con el sevillista Bono agrandado bajo los palos hicieron de la tanda de penaltis un auténtico drama. Drama nacional, jolgorio marroquí en toda España, incluida la plaza Redonda de Murcia iluminada con el rojo y el verde de Emuasa. Casualidad de casualidades.
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Plan B. España no está entre los mejores del Mundial, no porque sea mejor o peor que otras, sino porque su seleccionador no tenía, no tiene, un plan B. Cuando el rival te juega abierto, el sistema de Luis Enrique, antaño conocido como tiki-taka (toque, toque y más toque) funciona por calidad y superioridad técnica. Pero cuando tu adversario te ha tomado la matrícula, te presiona, te bloquea y te cierra los espacios, a este 'Luis Enrique team' se le esfuman las ideas y se le cierran las fronteras. Ni de penalti, oye. Además de tozudos, con mala suerte.
Luis Enrique, ya lo sabes, no es seleccionador nacional a estas alturas. Fue cesado el jueves por Rubiales, su presidente federativo, y sustituido por un hombre de la casa, Luis de la Fuente. El fracaso del asturiano enraizado en Cataluña no ha sido otro que el de no tener un plan B, te lo repito. Y no solo eso. No saber utilizarlo. Porque es de manual. Si el rival se te cierra, abre por los extremos. Y Luis Enrique tenía en el banquillo a extremos-extremos como Nico Williams, Yeremi Pino o Pablo Sarabia a los que apenas recurrió salvo en los minutos del clavo ardiendo. Fuimos a la cita mundial con un solo ariete, Álvaro Morata, y también lo sacamos a ratos. Y así nos ha ido.
Balance. Con todo, sería ventajista hacer balance negativo de la etapa de Luis Enrique al frente del equipo nacional. Eso sí, más su equipo propio que nacional. Porque el asturiano no seleccionaba a los mejores, sino a los que mejor se adaptaban a su sistema. Por eso los Merino, Canales o Iago Aspas se quedaron en casa. Y, en consecuencia, porque en esa selección no había un solo líder sobre el terreno. El líder estaba en el banquillo. O en el andamio, porque otra de sus innovaciones fue la de dirigir los entrenamientos subido en un andamio. Como lo lees. No ganó ningún título, pero salió derrotado siete veces del casi medio centenar de partidos que dirigió y su mejor logro fue llegar a las semifinales de la pasada Eurocopa. No es un balance negativo si lo miras globalmente, pero la cruel eliminación ante Marruecos en la tanda de penaltis y, sobre todo, el clima generado en su entorno, sí que evidencian que su ciclo estaba agotado.
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Futuro. En este Mundial, además, Luis Enrique daba la impresión de ir de sobrado. Seis huevos fritos o cocidos al día incluidos, su receta más comentada. Válgame sanválgame. Se convirtió, esa es otra, en un 'streamer', es decir un 'influencer', con el éxito de unos cien mil seguidores contantes y sonantes para sortear a la prensa (su gran adversaria) y descargar de responsabilidad a sus jugadores. Mientras estaba en unas cosas no estaba en otras. Y eso es mas que un reproche. Al final el presidente Rubiales, que tampoco anda para muchos trotes tras los escándalos sonados que le persiguen, ha tirado por la calle de en medio. Luis Enrique ya es historia. Le sucede Luis de la Fuente, un entrenador sin más pedigrí que el de su estancia en las selecciones inferiores y el aval de haber conseguido la plata olímpica en los últimos Juegos con una generación de futbolistas más que prometedores. Dicen quienes le conocen bien que Luis de la Fuente puede ser el nuevo Del Bosque de la selección nacional. No te digo nada si llegara al nivel del maestro Luis Aragonés, el sabio futbolístico más sabio de todos los sabios. Falta haría porque sería la mejor manera de recuperar la ilusión de un país que sabe vibrar con su selección. Sobre todo cuando no le dan gato por liebre.
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