En España, la emancipación de los jóvenes se ha convertido en un proceso, que cada vez ocurre a edades más avanzadas, con una media que supera los 30 años. Este fenómeno ha adquirido proporciones preocupantes, y sus consecuencias no se limitan solo a la vida ... personal de los afectados, sino que también impactan profundamente en la estructura social y económica del país.

Publicidad

Uno de los factores más determinantes en la tardanza de los jóvenes para abandonar el hogar familiar es la dificultad de acceso al mercado laboral. En un contexto donde el desempleo juvenil en España ha sido históricamente elevado, el conseguir un trabajo estable se ha vuelto una tarea ardua. Para aquellos que logran encontrar un empleo, las ofertas laborales, a menudo, presentan condiciones desfavorables: contratos temporales, salarios bajos y alta precariedad. La reforma laboral, aunque introdujo modalidades como el contrato fijo discontinuo, no ha logrado estabilizar el empleo para los jóvenes. Sin un contrato indefinido a tiempo completo, resulta inviable plantearse la independencia económica necesaria para emanciparse.

Este panorama económico se refleja en la dificultad de acceder a una vivienda, tanto en propiedad como en alquiler. Los precios de la vivienda en las principales ciudades de España han aumentado desproporcionadamente, mientras que los salarios se han mantenido estancados o han disminuido en términos reales. El resultado es una profunda brecha entre la oferta y la demanda de viviendas asequibles. Para muchos jóvenes, comprar una casa se ha vuelto un sueño inalcanzable, y el alquiler tampoco ofrece una alternativa viable, debido a los altos precios y la competencia feroz en el mercado. En consecuencia, las viviendas multigeneracionales, donde varias generaciones cohabitan bajo el mismo techo, se han convertido en una opción cada vez más común. En estos hogares no solo viven los hijos adultos, sino también sus parejas e incluso, en algunos casos, los nietos.

La precariedad laboral y la dificultad para acceder a una vivienda tienen un efecto directo en otros aspectos de la vida de los jóvenes, como el matrimonio y la maternidad o paternidad. Hoy en día, es cada vez más raro que una persona se case antes de los 30 años, ya sea por la Iglesia o por lo civil. El aplazamiento del matrimonio es consecuencia de la falta de estabilidad económica, pues es difícil asumir el compromiso de formar una familia sin una base financiera sólida. Como resultado, menos matrimonios se traducen en menos nacimientos, lo que agrava el envejecimiento de la población en España.

Publicidad

El descenso en la tasa de natalidad no es solo un asunto familiar, sino que tiene profundas repercusiones sociales y económicas. Menos nacimientos implican una población envejecida, lo que aumenta la presión sobre el sistema de pensiones. Con cada vez menos jóvenes cotizando al sistema y más personas mayores recibiendo pensiones, el equilibrio fiscal se ve comprometido. A largo plazo, esto puede forzar al Estado a aumentar la edad de jubilación o a reducir la cuantía de las pensiones, lo que podría generar tensiones sociales.

El envejecimiento de la población también incrementa el gasto sanitario, ya que las personas mayores requieren más cuidados médicos que los jóvenes. Con una pirámide demográfica cada vez más invertida, es decir, con una mayor proporción de personas mayores en relación con los jóvenes, el sistema de salud pública se enfrenta a una demanda creciente de servicios médicos, hospitalarios y farmacéuticos. Esto plantea un reto financiero significativo, ya que el Estado debe destinar más recursos a la atención de enfermedades crónicas y al cuidado a largo plazo.

Publicidad

A su vez, la falta de una nueva generación suficiente de trabajadores amenaza con desestabilizar la capacidad del país para sostener los niveles actuales de bienestar social. El equilibrio entre la vida de trabajo activo y contribución al sistema se interrumpe cuando menos jóvenes logran entrar al mercado laboral, y los que lo hacen, con trabajos precarios y salarios bajos, no pueden contribuir adecuadamente a las arcas públicas.

Además de las consecuencias económicas, la emancipación tardía tiene un impacto significativo en el bienestar psicológico y emocional de los jóvenes. Para muchos, la sensación de estar «atrapados» en el hogar familiar, puede generar frustración y ansiedad. La independencia es un hito importante en la vida de cualquier persona, y el hecho de no poder alcanzarla en el momento deseado, puede afectar a la aspiración de libertad y autonomía. La presión social y la comparación con aquellos que sí han logrado emanciparse, también pueden alimentar sentimientos de fracaso o inadecuación.

Publicidad

La precariedad laboral no solo dificulta la emancipación, sino que también afecta a largo plazo la calidad de vida de los jóvenes. Los contratos temporales y los salarios bajos no solo impiden el acceso a una vivienda, sino que también tienen un impacto en las futuras pensiones de estos jóvenes. Aquellos que no pueden cotizar lo suficiente durante su vida laboral activa corren el riesgo de recibir pensiones más bajas cuando se jubilen, perpetuando así una espiral de inseguridad económica.

Además, la falta de oportunidades laborales bien remuneradas obliga a muchos jóvenes a aceptar trabajos por debajo de su cualificación, lo que genera una «fuga de talento» en el país. Ante la falta de expectativas en España, muchos optan por emigrar en busca de mejores condiciones laborales en otros países, lo que agrava aún más la situación del mercado laboral local y contribuye al estancamiento económico.

Publicidad

La emancipación tardía de los jóvenes en España no es solo un síntoma de las dificultades económicas actuales, sino que también está alimentando una espiral de problemas que afecta a todos los ámbitos de la sociedad. Es esencial que se tomen medidas para abordar estos desafíos, desde la creación de empleos estables y bien remunerados hasta el desarrollo de políticas de vivienda accesible, con el fin de evitar que esta situación se perpetúe en las futuras generaciones. No es nuestro grupo Los Espectadores, quien tiene que decir cómo deben arbitrarse las precisas y justas soluciones, entre otras cosas, porque no es nuestra competencia, pero sí estamos obligados a denunciarlas y requerirlas a aquellos que deben ofrecerlas, pues esas son unas de las prioridades de nuestros gobernantes.

Los integrantes del grupo de opinión 'Los Espectadores' son:

Jesús Fontes, Javier Jiménez, José L. Garcia de las Bayonas, José Izquierdo, Blas Marsilla, Luis Molina, Palmiro Molina, Francisco Moreno, Antonio Olmo, José Ortíz, Francisco Pedrero, Antonio Sánchez y Tomás Zamora.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€

Publicidad