La última reforma laboral, liderada por la ministra de Trabajo Yolanda Díaz, ha puesto el foco en la figura del contrato fijo discontinuo, una modalidad que ha ganado un protagonismo inusitado en el nuevo marco laboral. Según el Gobierno, esta reforma se presenta como un ... esfuerzo por combatir la precariedad laboral y promover la estabilidad en el empleo. Sin embargo, la realidad es que la implementación de los fijos discontinuos no solo no ha logrado estos objetivos, sino que ha generado una serie de problemas adicionales.
Publicidad
Antes de entrar en detalle sobre los fijos discontinuos, es crucial entender el contexto en el que surge esta reforma. El mercado laboral español ha estado marcado históricamente por una alta tasa de temporalidad. Los contratos temporales han sido la norma en muchos sectores, especialmente en aquellos con marcada estacionalidad, como el turismo, la agricultura y el comercio minorista. La precariedad y la incertidumbre laboral han sido cuestiones recurrentes, con trabajadores encadenando contratos de corta duración sin lograr una verdadera estabilidad laboral.
La reforma laboral impulsada por Yolanda Díaz buscaba transformar este panorama, eliminando los contratos temporales en favor de contratos fijos, promoviendo así una supuesta mayor estabilidad laboral. En teoría esto sonaba bien, pero, en la práctica, la creación y promoción de los contratos fijos discontinuos ha resultado ser un espejismo más que una solución real.
Un contrato fijo discontinuo es aquel en el que el trabajador tiene una relación laboral fija con la empresa, pero su actividad laboral se realiza de manera intermitente, es decir, en determinados periodos del año en función de las necesidades de la empresa. Durante los periodos en los que no hay actividad, el trabajador no presta servicios, pero se mantiene vinculado a la empresa y, en teoría, tiene garantizado el regreso al puesto de trabajo cuando la actividad se reanuda.
Publicidad
A primera vista, esta modalidad parece ofrecer una mayor seguridad al trabajador en comparación con un contrato temporal. Sin embargo, la realidad es que los fijos discontinuos reemplazan a los temporales sin solucionar los problemas de fondo.
Antes de la reforma, un trabajador de un pequeño comercio que perdía su empleo por motivos estacionales era considerado un parado, y se computaba como tal en las estadísticas de desempleo. Con la figura del fijo discontinuo, este mismo trabajador, que sigue sin empleo durante los mismos periodos, ya no es considerado un parado, aunque en la práctica lo sea. Esta alteración en la contabilización del desempleo no es más que un artificio para mejorar las cifras oficiales, sin resolver el problema real de la precariedad laboral.
Publicidad
Además, la afirmación de que los fijos discontinuos ofrecen más estabilidad que los contratos temporales es cuestionable. En muchos casos, los trabajadores firman múltiples contratos fijos discontinuos en un corto periodo de tiempo. Hay informes de trabajadores que han firmado hasta tres o cuatro contratos de este tipo en un solo mes, lo que claramente no ofrece la estabilidad prometida. Desde cualquier perspectiva, esto es un engaño a la ciudadanía, pues se está vendiendo una falsa imagen de mejora en el empleo.
La precariedad laboral no se mide solo por la duración de los contratos, sino también por la seguridad y las condiciones laborales que estos ofrecen. En el caso de los fijos discontinuos, aunque el contrato sea fijo en su denominación, la intermitencia de la actividad, y la falta de ingresos regulares en los periodos sin trabajo, mantienen a los trabajadores en una situación precaria.
Publicidad
La ministra de Trabajo anterior, Fátima Báñez, fue criticada por la alta temporalidad del empleo durante su mandato. Su defensa fue que «lo primero es trabajo, aunque sea eventual». El actual Gobierno responde con «lo primero es un trabajo fijo», pero debería añadirse: «aunque sea a rachas». En este contexto, la diferencia entre un contrato temporal y un fijo discontinuo es nula, pues ambos mantienen al trabajador en una situación de inseguridad.
El objetivo declarado de la reforma era proporcionar estabilidad en el empleo. No obstante, ¿puede afirmarse que con el nuevo sistema de fijos discontinuos existe más estabilidad que con los contratos temporales de antes? La respuesta parece ser negativa. La estabilidad laboral no se alcanza con contratos que, aunque sean fijos en nombre, se caracterizan por la discontinuidad y la falta de ingresos durante largos periodos.
Publicidad
Cuando un fijo discontinuo cesa su actividad porque la empresa así lo requiere, puede acceder al cobro del desempleo. Sin embargo, la diferencia con el sistema anterior es que no se le considera un parado, lo cual es una distorsión de la realidad. El trabajador sigue siendo considerado activo, aunque sin actividad, lo que viene a ser una paradoja difícil de justificar, simplemente un oxímoron.
Una de las consecuencias más notables de esta reforma es la manipulación de las estadísticas de desempleo. Al no contabilizar a los fijos discontinuos en los periodos de inactividad como parados, se presenta una imagen distorsionada de la situación laboral del país. Esto no solo engaña a la ciudadanía, sino que también dificulta la formulación de políticas efectivas para abordar el desempleo real.
Noticia Patrocinada
Es importante recordar que la estabilidad laboral no es solo una cuestión de tener un contrato fijo. Se trata también de tener ingresos regulares y previsibles, condiciones laborales dignas y la seguridad de mantener el empleo a largo plazo. Los fijos discontinuos no cumplen con estos criterios y, al no ser contabilizados como desempleados, se está ocultando el verdadero nivel de precariedad en el mercado laboral.
La figura del fijo discontinuo, tal como ha sido implementada en la última reforma laboral, no es más que un paliativo que no aborda las causas subyacentes de la precariedad laboral. En lugar de proporcionar la estabilidad prometida, ha creado una nueva categoría de trabajadores que, aunque tienen contratos fijos, siguen bajo el ámbito de la incertidumbre y falta de ingresos durante gran parte del año.
Publicidad
Para lograr una verdadera mejora en el mercado laboral, es necesario ir más allá de los cambios superficiales y abordar los problemas estructurales. La reforma laboral debería centrarse en reducir realmente la precariedad, no solo en cambiar la denominación de los contratos. La creación de empleo estable y de calidad debe ser una prioridad, y para ello es fundamental escuchar las necesidades de los trabajadores y de los sectores económicos, promoviendo un marco legal que favorezca la estabilidad y la seguridad en el empleo.
Un cambio en nuestro modelo productivo, en el que los actualmente sectores principales, que son los servicios, la agricultura y el pequeño comercio, dejen paso y se otorgue mayor importancia al sector industrial, podría favorecer, sin duda, la creación de empleo más estable y de calidad.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.