Para cerrar el curso y, habiéndose cumplido recientemente el cuarto aniversario de su muerte, nada nos ha parecido más oportuno que homenajear a nuestro tristemente ... desaparecido Clemente, compañero, maestro y amigo de este grupo de Los Espectadores, del que fue cofundador.
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Como persona multifacética, podríamos hablar del personaje público por los años que estuvo detentando la alcaldía de Murcia, o de la prolija y excelente tarea que realizó como secretario de la Croem, o por su labor en los cargos que ocupó en diversas asociaciones, fundaciones o universidades. Sin embargo, hoy queremos centrarnos en el hombre, en su vida interior y en nuestra experiencia como compañeros en el grupo de opinión Los Espectadores, del que formó parte, dándole por ello lustre y prestigio a este grupo.
Dicen que la gente solo muere cuando la olvidan. Hay quienes no dejaron recuerdo y acabaron al finalizar su vida, fueron como si no hubieran sido. No ocurre eso con los hombres de bien, su esperanza no acaba, su heredad pasa de hijos a nietos. El viento de la historia no podrá arrebatarnos el recuerdo de Clemente, porque su recuerdo dura por siempre.
Clemente ha entrado, por derecho propio, en la selecta categoría de hombres sabios de la ciudad de Murcia. Ha sido un auténtico alfarero de su fantasía, de forma que la creatividad e imaginación que puso en todas sus cosas, junto a su solvente y carismática personalidad, han impedido que se convirtiera, como otros, en una simple fotocopia de algo o de alguien. Él era Clemente, ni más ni menos.
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Su memoria era un océano de datos que, correctamente utilizados, nos ayudaban a entender mejor algunos aspectos de la vida, al tiempo que nos alumbraban como faros para no tropezar en la penumbra de este mundo. Clemente gestionó maravillosamente la sociedad formada por el verbo escrito por un lado y, por otro, su conocimiento de nuestra región, lo que, unido a su natural talento, no podía dar otro resultado que el de los numerosos escritos, entre libros y artículos, que nos ha dejado en herencia, y que vienen a reflejar su brillante y hondo pensamiento. Él no escribía para congraciarse con la sociedad, sino para ofrecer una imagen fiel de la realidad.
Su atinada pluma no buscaba una simple evasión nostálgica, que tratara de evocar presuntos mejores tiempos pasados, sino una palabra reflexiva y necesaria, que establece las bases y nos proyecta hacia un futuro cargado de anhelos de paz y prosperidad, y todo ello desde el fantástico dibujo que hacía de la realidad que nos envuelve. Quien desee realizar un análisis medianamente serio de la realidad histórica de la ciudad de Murcia, debe acudir a beber de ese pozo de la sabiduría, que es nuestro querido Clemente.
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Su lucidez mental, su verbo fácil y su capacidad de observación de la realidad murciana hacían de Clemente un personaje singular. Ignoro si tal vez la historia escriba su nombre con mayúsculas, pero, en cualquier caso, sí al menos habría que escribirlo en negrita y subrayado.
Hombre de probidad contrastada, que cimentó su hoja de ruta vital en base a sólidas raíces de valores cristianos, supo navegar por el mar de la vida sin zigzagueos, manteniendo en todo momento el rumbo de la sensatez y el buen juicio.
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Todos los integrantes estamos muy agradecidos al grupo de opinión al que pertenecemos, Los Espectadores, porque nos ha permitido convivir y conocer en las distancias cortas a Clemente y forjar lazos de amistad con él. Nos complace reconocer que fue un maestro de la vida, a cuyo amor por Murcia solo le hacía competencia el que sentía por Paquita, su mujer, por sus hijos y por sus nietos.
Todas esas virtudes constituían la base de su natural liderazgo. Cuando debatimos dentro del grupo Los Espectadores, con frecuencia nos solapamos unos a otros, hablando varios a la vez, pero cuando veíamos que Clemente hacía el gesto de abrir la boca, todos callábamos ante el respeto reverencial que nos merecía, y ello debido a que la suya no era una charlatanería líquida, sin sustancia, sino todo lo contrario, un diálogo basado en el respeto y la solidez intelectual. Un liderazgo que en absoluto tenía que ver con la imposición, sino que estaba basado en una 'auctoritas' prístina y justificada, ganada a pulso.
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Con la muerte de Clemente, Los Espectadores nos quedamos huérfanos, porque se nos fue el gran espectador, el líder, el maestro. Ni siquiera la astenia física que sufría en los últimos tiempos consiguió desacelerar el ritmo de su frenética actividad. Ahora, aunque se han extinguido las llamas de su prolífica producción literaria, todavía nos quedan las brasas de su pensamiento escrito.
Ya sin nuestro querido Clemente, y atravesado el paréntesis obligado por la terrible pandemia del coronavirus, nuestro grupo, no sin ciertas dificultades, ha seguido la estela del maestro, prodigándonos con regular periodicidad en las páginas de este periódico, haciéndoles partícipes a todos ustedes, queridos lectores, de las observaciones que nuestra misión de espectadores de la realidad, estimamos interesante hacerles llegar. Ignoramos si en el próximo curso continuará nuestra labor divulgadora de aquella información que juzgamos de interés. En cualquier caso, deseamos agradecer sinceramente la atención que nuestros lectores, amablemente, nos han concedido en estos dos últimos cursos.
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