Secciones
Servicios
Destacamos
La muerte ha sido uno de mis temas recurrentes en esta especie de diario que comparto con ustedes cada cierto tiempo. Lo es porque me fascina, pero sobre todo, porque es fácil hablar de ella cuando uno está tan vivo, cuando uno se cree en ... disposición de poder mirarla desde tan lejos. Tenía muchas ganas de ir al cine a ver 'Eso que tú me das', la entrevista que Pau Donés concedió a Jordi Évole dos semanas antes de morir. Una entrevista que responde al urgente deseo del cantante y compositor de dejar un testimonio, una especie de herencia que pueda ayudarnos a conocer mejor al hombre que hay detrás del personaje público. Andaba pendiente de su estreno. Por algún motivo, sabía que era algo que tenía que ver, que un gesto tan valiente y programado, debía esconder el deseo imperioso de decirnos algo importante.
Pau es alguien a quien siempre he sentido cerca. Su música me ha acompañado en innumerables ocasiones a lo largo de mi vida, a través de miles de kilómetros, y forma parte -también- de la banda sonora de mi relación con mis hijos, en la que el lenguaje musical es una forma más de relacionarme con ellos, quizá, la más fácil de interpretar. Así, ellos saben si estoy triste o contento, si estoy eufórico o melancólico, si pensativo o preocupado, en función de la música que escucho.
Tuve la inmensa suerte de conocerle durante el rodaje de mi campaña 'Pastillas contra el dolor ajeno', en la que él colaboró. Luego, en su biografía '50 Palos', elogió aquel poderoso concepto que creé para Médicos Sin Fronteras, y le dedicó uno de los capítulos: «Los abrazos contra el dolor ajeno son los que me han empujado, los que me han ayudado a tirar palante, los que han conseguido que los daños laterales de todo este proceso, hayan sido mucho más leves y llevaderos».
Después de ver su entrevista, entiendo perfectamente el motivo de mi admiración y mi cariño hacia Pau. El por qué su música me hace bien, como si fuera un bálsamo. 'Eso que tú me das' es un extraordinario regalo para todos, una lección de vida, un alegato contra el miedo y lo superfluo, una invitación a reír y a llorar, a ser conscientes del valor que representa estar vivos, sentirse vivos y, sobre todo, a no desperdiciarlo.
No esperen ver una película al uso, no es tampoco un documental. No hay estilo narrativo, ni efectos especiales. No hay movimientos de cámara, ni grandes alardes cinematográficos. No hay artificio. Por no haber, no hay ni guion. Solo hay un tipo que charla con otro de cosas que para él son importantes, cosas que -poco a poco-, y una vez superado el shock que produce ver a un hombre tan vivo, en un cuerpo que se muere, vamos entendiendo que también son importantes para nosotros. Ese es el poder de este valioso ejercicio audiovisual, un reto mayúsculo para Évole, el de enfrentarnos a nosotros mismos a través de la experiencia de otro. Un relato alejado de tópicos, y contado con tal entereza, que resulta imposible no sentir una profunda admiración y respeto por aquel que decide compartirlo. Ni un atisbo de lástima, o de rencor.
El cine estaba lleno. Todo lo lleno que permite una nueva normalidad en la que lo más novedoso es la instauración del miedo como la norma que ha de regir nuestras vidas. Me alegró ver tanta gente reunida, me sentí reconfortado ante la idea de no ser tan raro, ni tan especial. Que fuéramos tantos los que sintiéramos que aquella cita inaplazable era mucho más importante que el temor a contagiarnos. Por supuesto que en pocas semanas podrán disfrutar de esta entrevista en la soledad de sus confortables hogares, a través de las infinitas plataformas que ocupan nuestro tiempo.
Si algo conoce Évole es el poder de la televisión, pero no ha querido enfrentarnos a una pantalla, sino a un espejo. No ha querido convertir esta valiosa herencia en Lo de Évole, sino en Lo de Pau. Nos ha obligado Jordi Évole a ir al cine, precisamente ahora, quizá porque en ese acto compartido con desconocidos, que antaño nos parecía mágico, y que hoy se tilda de irresponsable, se esconde un maravilloso gesto de rebeldía e inconformismo, un esfuerzo que nos ayuda a concentrarnos en ese hilo de voz que sale directamente desde un corazón que late a mil revoluciones.
Sí, creo que a Pau le habría hecho muy feliz esa imagen de ustedes y yo sentados en la butaca de un cine, en mitad de una guerra, escuchándole hablar con un amigo de la vida, de lo humano, de lo que realmente importa. Pude darle las gracias en persona en junio de 2017, en su última visita a la Región, donde nos dimos uno de esos abrazos contra el dolor ajeno.
Ahora lo vuelvo a hacer. Gracias Pau, por todo eso que tú nos has dado.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.