Vox contra la libertad de expresión
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Las medias tintas no valen en un contexto tan comprometido como el actual, en el que Europa se defiende contra los intentos de destruir su esencia democráticaMAPAS SIN MUNDO ·
Las medias tintas no valen en un contexto tan comprometido como el actual, en el que Europa se defiende contra los intentos de destruir su esencia democráticaEn menos de una semana, Vox ha señalado directamente a dos medios de comunicación de la Región de Murcia. En primer lugar, y desde su ... perfil de Twitter, apuntó –con su particular estilo de matón rancio de barrio– a Onda Regional y, más concretamente, a su programa 'Tarde Abierta'. Con posterioridad, ha sido este mismo diario, LA VERDAD, el objeto de su espíritu antidemocrático, esta vez canalizado a través del tuit de uno de sus principales dirigentes regionales, Luis Gestoso. En ambos casos, la causa de este ataque a la libertad de expresión fueron las críticas legítimas y argumentadas al pacto entre Mañueco y la formación de ultraderecha en Castilla y León. En el editorial del pasado viernes 11 de marzo, este periódico advertía del riesgo asumido por el PP castellanoleonés al traspasar la línea roja que supone gobernar con una fuerza extremista. Por lo que respecta al programa de la radio autonómica, el objetivo de Vox fue la tertulia cultural que se celebra todos los jueves de 19.00 a 20.00 horas, y cuyos participantes, en esa ocasión, fuimos Laureano Buendía y yo. Desde un tono sereno, reflexivo y sin mediación alguna de insultos, expusimos el error de partida de Feijóo al permitir que su líder autonómico firmara un acuerdo de gobierno con un partido de claros fundamentos antidemocráticos. Desde ese momento, Laureano y yo nos convertimos en representantes de la izquierda radical y filoetarras –atributos 'naturales' de todos aquellos que disienten del discurso populista de Vox–.
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No es la primera vez –ni será la última– que esto sucede. El concejal del Ayuntamiento de Murcia Ginés Ruiz Maciá ya ha sufrido las amenazas de la ultraderecha en alguna ocasión. Y este es solo un ejemplo. De un tiempo a esta parte, se ha normalizado que Vox señale a quien, en ejercicio de su libertad de expresión, cuestiona su ideología negacionista y supremacista. En realidad, señalan a medios de comunicación, tertulianos y políticos porque la ley les impide llegar más lejos. El régimen de cancelación de la libertad de expresión impuesto por Putin a medios de comunicación y ciudadanía en general es la secreta –o no tan secreta– aspiración de un partido que no sabe convivir con la diversidad de pensamiento. La detesta y le causa alergia. Desde su demencial punto de vista, todos cuantos cuestionan su discurso extremista son enemigos de España. Y es que, toda vez que la ultraderecha se ha apropiado de la idea y del sentimiento de patriotismo, la esencia de este país está ya impregnada con el radicalismo de sus 'propietarios'.
Uno de los aspectos que más me ha llamado la atención es que, ante el señalamiento sufrido por Onda Regional y sus colaboradores, representantes de casi todos los partidos democráticos del espectro político regional ofrecieron muestras de apoyo: Cs, PSOE, Más País y Podemos. Faltaba uno –de ahí el 'casi'–: el PP. Y eso es preocupante. No tanto porque no se signifiquen a propósito de los ataques sufridos por un medio de comunicación regional o por algunos de sus colaboradores, sino porque en el hecho de cuestionar las políticas de Vox se sienten aludidos. Pero ¿aludidos por qué? ¿Quizás debido a que sienten mala conciencia por su connivencia con Vox y no quieren que nadie se la afee? ¿Debido, a lo peor, a que muchos de sus dirigentes sienten afinidad con las posiciones duras de la ultraderecha hasta tal punto de que la consideran su versión más honesta? ¿O más bien a causa de la más que probable necesidad que tendrán de pactar con los extremistas para poder gobernar en España y en algunas comunidades autónomas?
Sinceramente no comprendo el silencio del PP ante las amenazas y señalamientos de la extrema derecha. Aquello que este partido no termina de comprender es que, cuando se denuncian sus alianzas y acercamientos a Vox, lo que se pretende es salvar al centroderecha de su radicalización. Un partido de derecha moderado y europeísta es absolutamente necesario para el buen funcionamiento de nuestro sistema democrático. Que la opinión pública vigile su deriva hacia territorios de la ultraderecha no lo deberían ver como un ataque, sino como un favor. Pero, lejos de ello, prefieren guardar silencio cuando los exaltados de Vox atacan el derecho inalienable de la libertad de expresión. Por más que en el editorial de un periódico o en una tertulia radiofónica se cuestione un pacto de gobierno entre PP y Vox, si la libertad de prensa es puesta en el centro de la diana de los extremistas, un partido democrático debería ponerse del lado de los que la ejercen diariamente. Las medias tintas no valen en un contexto tan comprometido como el actual, en el que Europa se defiende contra los intentos de destruir su esencia democrática. Comparto plenamente la idea de Feijóo de que es mejor no gobernar a hacerlo con los populismos. El problema es que entre el dicho y el hecho existe, en estos momentos, un trecho de años luz que el líder gallego debe recorrer con celeridad.
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