La LGTBIfobia está de moda
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¿Cómo se van a activar políticas reales y tangibles en favor de la diversidad cuando el presente y el futuro del presidente pasa por el apoyo de la ultraderecha?Mapas sin mundo ·
¿Cómo se van a activar políticas reales y tangibles en favor de la diversidad cuando el presente y el futuro del presidente pasa por el apoyo de la ultraderecha?La evolución nunca ha sido lineal y constante a lo largo de la historia. Hay pausas y retrocesos, ralentizaciones y acelerones. De acuerdo con esto, ... existen épocas en las que se disfruta de los derechos adquiridos; otras, en las que se lucha por ellos; y luego están aquellas marcadas por la pérdida, por la degradación democrática. El momento actual posee la singularidad de que estos tres estados sociales conviven e impiden emitir un juicio unívoco sobre él. Según a donde mires, puedes pensar o que nos encontramos en un tiempo de libertades incomparables, o que cada día toca pelear para asegurar derechos ya conquistados y que se encuentran en peligro, o que nos encontramos en un vertiginoso retroceso hacia un sistema de convivencia premoderno. Si, en este sentido, centramos nuestra atención en aquellas regiones españolas en las que se requiere del apoyo de la ultraderecha para garantizar la gobernabilidad, las conclusiones extraídas son desoladoras.
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Pongamos que hablo de Madrid. En esta comunidad autónoma, Vox ha exigido a Isabel Díaz Ayuso la derogación de algunos artículos de la Ley de Identidad Sexual y de la Ley contra la LGTBIfobia a cambio de los votos necesarios para su investidura. Concretamente, aquellos aspectos de ambas redacciones contra los que se ha posicionado la formación de Rocío Monasterio son los siguientes: la protección de la diversidad familiar; la no discriminación, en los procesos de adopción y acogimiento, de cualquier familia por motivo de identidad y/o expresión de género; las medidas de apoyo, mediación y protección frente a las distintas formas de violencia que se ejercen en el entorno familiar debido a la identidad o expresión de género de cualquier miembro; que los medios de comunicación incorporen códigos deontológicos para evitar contenidos discriminatorios; la educación en diversidad; combatir el acoso y favorecer la visibilidad; las acciones de fomento de la cultura y la no discriminación; o la formación del personal docente para adquirir las competencias necesarias que les permita garantizar el derecho a la educación de los menores de edad LGTBI. Si traducimos esto a un lenguaje más directo, tendremos que afirmar que Vox pretende que no se proteja a las familias LGTBI y que se las discrimine en los procesos de adopción; que no se defienda a los miembros de una familia que sufran violencia por su identidad y condición sexual; que los medios de comunicación lancen mensajes de odio; que no se eduque en el respeto a la diversidad; que las personas LGTBI puedan ser acosadas sin riesgo de penalización alguna para los acosadores; y que los profesores traten a los menores LGTBI como desviados. Se pueden utilizar todos los eufemismos que se quiera y complicar la sintaxis lo suficiente como para que las reivindicaciones de la ultraderecha parezcan correcciones formales a la ley. Pero la única y pura verdad de todo esto es la consideración subyacente de las personas LGTBI como ciudadanos enfermos, a los que hay que invisibilizar para no perturbar el orden social.
Es la nueva libertad. Sí. Los madrileños se podrán tomar una caña a la hora que les dé la gana –cosa que me parece fenomenal–, pero, a este paso, todos los que no se ajusten al paradigma heteronormativo lo tendrán que hacer en compartimentos segregados para no mezclarse con la gente decente. Los madrileños decentes serán libres de agredir y abusar de todas aquellas personas cuya identidad y opción sexual no se ajuste a lo reproducido en el catecismo del buen patriota español. Los madrileños podrán leer, ver y escuchar en sus medios de comunicación información sesgada y discriminatoria contra las personas LGTBI. Este es el nuevo modelo de libertad que Ayuso está dispuesta a aceptar y que convertirá a Madrid en un espacio de libertad sin respeto, es decir, en un marco de libertinaje en el que solo los más fuertes y legitimados por un sistema de valores rancio y discriminatorio tendrán derecho a vivir. Y lo peor de todo es que Madrid no es una isla. Los vientos –en España y en Europa– soplan a favor del odio y de la violencia ultraderechista. En la Región de Murcia, la Ley LGTBI vive el sueño de los malditos y sigue sin desarrollarse mientras una consejería del Gobierno autonómico exhibe impúdicamente las siglas 'LGTBI' en su denominación. Pero, claro está, ¿cómo se van a activar políticas reales y tangibles en favor de la diversidad cuando el presente y el futuro del actual presidente autonómico pasa por el apoyo de la ultraderecha? Cuando son los extremistas homófobos los que tienen las llaves de la eternidad –nunca mejor dicho, ahora que ya no hay limitaciones de mandato–, es fácil inferir que corren malos tiempos para las personas LGTBI en la Región de Murcia.
El Gobierno se limitará a hacer lo justo, que es lo mismo que decir que se ceñirá a hacer lo injusto. Ahora que la UEFA se ha puesto del lado de la homofobia y considera la defensa de la diversidad un acto político que ataca a terceros países, ya hay carta libre institucional para aplicar la violencia de la indiferencia. La LGTBIfobia está de moda; es un discurso que proporciona votos y que te permite ser el rey del tardeo. Denunciar la discriminación, en cambio, es de radicales a los que se les debería prohibir pasear por la Trapería. Las cosas están así: o te conviertes en cómplice de la violencia, o te excluyen. Malos tiempos son estos.
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