En aquel tiempo, cuando San Esteban mandó arreglar los órganos averiados de la región de Murcia, claro que se produjo una fuga de las gordas ... en la tocata. Fue para desprecio de uno de los mejores ejemplares, construido cuando reinaba Carlos IV. El santo metido a político miró para otro lado. Y todos se olvidaron del instrumento, que siguió como quedara tras la guerra del 36. Destruido, mudo y descangallado, al fondo del bien plantado coro de la Iglesia Mayor de Santiago, de Jumilla.

Publicidad

Pasaron quinquenios sin mover un dedo. Hasta que un párroco emprendedor, por buen nombre De la Rosa, se hizo cargo de ese templo singular. Inició una campaña prorecuperación de esa excelente entidad musical, ateniéndose a lo que escrito está en las Escrituras. Trascendió el núcleo de los que van a misa, por entender que la empresa era de la incumbencia de todo el que se llamara jumillano y tuviese una pizca de sensibilidad. En muchas casas (encima de la tele, de la cómoda o de la mesilla de noche) luce un trozo de tubo imitado, como recuerdo de haber contribuido a recomponer este viejo y destrozado compañero de liturgias. El segundo más grande (2.200 tubos) de la provincia. Si no cesan las generosidades, el enfermo emitirá su primer quejido por Navidad.

Hubo un suceso que, como gusta decir a los tribuletes, conviene calificar de 'histórico'. Una cena 'a beneficio'. Convocada en la tibia noche altiplana, en el recinto que los jumillanos llamamos el 'losao'. Justo a los pies del pórtico principal de la misma iglesia (monumento nacional) donde duerme el órgano lisiado.

El Ayuntamiento, sin ser el rico Epulón, ha dado 25.000 euros y otros tantos que dará pronto. El santo capitalino anda huido, pero ya nos toparemos en el Juicio Final. Su actitud (a pesar de tener en el Gobierno a un consejero nacido en la Yecla vecina y amiga) no nos sorprende. Es la que adoptó otras veces, cuando le imploramos ensanchar esa esmirriada carreterica del Carche, que lleva al Cielo... porque propicia muertos.

Publicidad

Pues sepa San Esteban que le prohibiremos tocar la tocata. O ver el mar, a la amanecida, desde la Madama de nuestro singular paraje serrano.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Primer mes por 1€

Publicidad