Como por probar nada se pierde, un diputado de Esquerra en el Parlamento Europeo se ha dirigido a Ursula von der Leyen. Le pide que ... respalde el diálogo entre la Generalitat y Moncloa. Esto ha sido pocos días antes de que la policía detuviera a Puigdemont en Cerdeña. Y poco después de iniciarse en Barcelona las conversaciones del catalanismo con Moncloa. O sea que todo se va concatenando.

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Alguien dirá: «Y usted, que es de aquí de Murcia, ¿qué le va ni le viene?». Tiene razón el lector. Uno, encelado como está con el problema del Mar Menor (y visto que no nos dejan mojar en el Ebro), bien poco puede decir. De todas formas, lo que yo pretendía reseñar es cómo los políticos catalanistas se las marinean para tener su tema en el candelero.

Ellos saben que, hoy por hoy, resulta inútil apelar a Ursula para que se moje con la independencia de Cataluña. La UE ya ha dicho varias veces aquello de que se trata de asunto 'interno' de España. Pero el diputado catalán sabiendo que, hoy por hoy, no tiene nada que rascar, llega y pregunta. ¿Desea comprobar si sonará la flauta, aunque sea por casualidad? Desde luego que no. ¿Entonces? Puede que lo haga para justificar el sueldo. O porque se aburre. Cuando estuve yo en el Parlamento Europeo (pues tampoco es cosa de pasarse todo el tiempo en Trapería), pude comprobar con mis propios ojos que los diputados se aburrían.

En el caso de este que digo, querer implicar a Ursula no conduce a nada. La señora no solo no le respondió, sino que miró para otro lado. Hizo como si no lo conociera de nada. Estoy seguro de que el catalán sabía de antemano cuál iba a ser la actitud de la dama. Sucedidos como este son lo habitual en política. Con tal de mantener el quiosco abierto, muchos políticos de uno y otro bando se mueven de acá para allá. Suben y bajan, van y vienen, hablan por hablar. No hay más remedio que apuntalar lo que les da de comer. Y no digo que lo hagan de mala fe. Es que no hay otra.

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