El regreso de mi Ramonluí

Uno se pregunta (no sin cierta alarma) cómo es que, después de muchos años lejos de la Madre Matrona que alimenta al pródigo antes que al propio, se nos aparece tan ricamente sentado en la actualidad murciana mi olvidado Ramonluí, sin que haya un porqué ni un para qué tranquilizadores. Digo esto porque su aparición coincide con el peor momento en la vida de aquel PP donde encontró acomodo y probabilidad de ser alguien y algo.

Allá en la Génova matritense, el ciezano Teodoro se debate entre seguir o dejarlo. Casado templa gaitas con Isabel Díaz Ayuso, a pesar de que las cuentas con el hermano siguen sin estar del todo claras. El impetuoso joven actúa así con tal de resolver ya mismo la desmadrada trifulca en el PP, atendiendo a la petición del barón gallego que exige, sin más demora, la vuelta de las aguas a su cauce. En medio de este follón, con un Miras convertido en único valedor de un García Egea en la cuerda floja, y con la alcaldesa de Archena acechando, ¿qué pinta mi Ramonluí entonando el Himno a Murcia delante de las candilejas? ¿Pretende acaso volver a ocupar la hornacina principal del palacio de San Esteban?

Algo así sería un 'begin the beguine' absolutamente inoportuno y funesto. La puntilla para una Región ya picada, banderilleada y pasada a estoque. Por caridad, no más sopas con honda como las del pobrecito Mar Menor, venido a moribundo por la dejadez de aquellos políticos que acaudilló mi Ramonluí. Lo mismos que renunciaron a la ruta natural de Murcia a Madrid, consintiendo un AVE propiciado por el Rey Jaime I, en lugar del que deseaba (por Cieza y Hellín) su yerno Don Alfonso, que era de los dos el más Sabio.

¡Venga ya, hombre!