De rubia a rubia. Aunque quien ha de tirar porque le toca es la rubia nueva. Se veía venir lo de Ciudadanos aquí en la ... zona nuestra. Como dijo el Príncipe de Lampedusa, solo que al revés: 'Que nada cambie, para que cambie todo'.

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–Le comprendo.

Gracias, hombre. Aunque no sé qué decirle. Sepa usted que ni yo mismo me aclaro. La política es liosa y, en ocasiones, torva. O sea, 'terrible a la vista', como la define el diccionario. Cada grupo actúa a su mejor saber y entender. En el PP, Pedro Antonio Sánchez andaba escaso de pelo, mientras que al sucesor, Fernando López Miras, le sobra por do quiera que lo mires.

–Quienes de jóvenes lucen mucho pelaje, antes terminan calvos.

Por eso aprovechan sus días de vino y rosas para mostrarlo copioso. Ya me gustaría a mí tenerlo la décima parte de abundante que nuestro presidente. El poco que me queda se me está poniendo cobrizo, debido –me dicen– al cloro de las piscinas. (Me aconsejan que me lo lave añadiendo unas gotas de Ketchup. Yo me resisto, pues prefiero la mostaza).

Pero volvamos a las rubias, que así llamaban a las pesetas de metal cuando mandaba Aquel. Comentaba que dos sucesivas jefas de Ciudadanos son rubias. Lo veo un acierto. Y lo digo sin conocer de nada a Iván Redondo, creo que me explico. Cuando más parecidas sean en lo físico las lideresas, mejor discurrirán las cosas. Ambas dos son atractivas... Pero me callo, pues no están hogaño las cosas en España como para ir diciendo por ahí que una señora es guapa. El Sistema no solo no te lo agradece, sino que te aparta como apestado, tras crucificarte en las redes.

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A mí me caía bien la rubia anterior. Lo escribí una vez, resaltando cierto misterio que emanaba (o percibía servidor) de su persona. La rubia de antaño ya no manda. Pero tengo que decir que, si hubiera ganado aquella moción de censura tan sonada, hoy sería la reina de los mares. Y, por lo mismo, arreglaría el Menor en un plis-plás. Otra vez será.

–¿Qué vez?

¡Uuuufff! Vaya usted a saber, según andamos de lodos, turbiedades y anoxias.

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