Diversos grupos de vengadores murcianos andan insistiendo en que la superioridad saque a relucir los nombres de quienes se vacunaron 'de extranjis', en aquellas primerizas ... horas. Por lo visto no están visibilizados todos los que son, ni tampoco han salido a la pública palestra todos los que fueron. Aún está por ver la luz –dicen– la lista completa de aquellos notables que se precipitaron, adelantando la hora (y hasta las semanas) en que les tocaba ser pinchados con la vacuna Covid.
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Desde las alturas se muestran renuentes a dar pábulo a esa lista maldita (pero tampoco de malditos), mientras que, desde abajo, insisten en que haya, si no taquígrafos, por lo menos luz.
–Pero digo yo: 'Ahora ya ¿pa qué?'.
A mí me parece que tiene razón el lector. ¿Por qué no dejamos el tema y ejercemos la virtud de perdonar, como se nos viene predicando desde toda la vida de Dios? Si, como se demuestra una vez más, escuchando los gritos de guerra que llegan desde Ucrania, todos en este mundo somos unos cantamañanas, quizás sería bueno para el común que le diéramos carpetazo a este negocio.
–Podríamos hacer una cosa. Que se haga publicidad solo de los que no salieron en aquella lista iniciática.
Pues, hombre, tampoco es eso. Si esos que me dice estaban ya creídos de que habían escapado al furor de las masas, ¿qué ganamos con ponerlos, pasado tanto tiempo, en la picota de la opinión general? Guarde cada cual en su conciencia, por si le sirve de lección, aquellos hechos tan feos y vayamos a otra cosa.
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Ahora mismo nadie tiene necesidad de vacunarse a escondidas. Cualquiera que ponga su brazo a disposición, llega un sanitario y se lo pincha. Ya no hay necesidad de ser un señor cargado de preeminencias para que lo vacunen. Y diré más: todavía quedan muchos (unos por hache y otros por be) que se niegan a prevenirse contra el virus. Hoy ya no tiene sentido que alguien aproveche su posición para obtener ventaja. No porque el beneficiario no quiera, sino porque resulta absurdo. Así es que perdonémoslos, porque, aunque sabían lo que se hacían, ninguno nos ha pedido dinero, amén.
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