Cuenta la tradición que el payaso de la cara blanca es guapo, petulante, autoritario y malicioso. Se tiene a sí mismo por el Listo. Su ... compañero muestra la nariz roja, luce una peluca grotesca, viste de colores y gasta zapatos desmesurados. Lo llaman el Tonto.

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Supongamos que estamos hablando de Iván Redondo (que fuera mano derecha del presidente Sánchez) y de Jordi Évole (periodista insolente). Ambos ocuparon la pista de la Sexta, durante la función de noche del pasado domingo. Iván está cambiado. No parece el mismo que acudía hace unos años a la tertulia antoniana de la Trece. Vimos que traía marmolizado el rostro. Quizás se debiera ello a que la cámara se empeñó en tenerlo casi todo el tiempo en primerísimo plano. Es más guapo que Jordi. Casi roza la perfección su perfil griego/romano, como dicen.

Aunque en España se lleva demasiado el inglés con el propósito de fardar, Iván estuvo reprimido. Solo se sirvió del idioma foráneo en dos ocasiones. Mas, comoquiera que no pegaba, supo a presuntuoso. Fue que dijo: «In my opinion» y «Situation room».

Iván buscó desde el primer instante dominar el encuentro, abrumando a quien aparentaba ser el Tonto. El impertinente desarrapado que no sabe nada, frente al sabelotodo de la cara enyesada. Ayuno de verdades, suspiraba por conocerlas todas. Para obtener alguna, achuchaba al Listo, cogiéndole las vueltas por aquí y por allá. A partir de mediada la actuación, a Iván se le vio aún más lívido y contra las cuerdas en casi todos los lances.

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Era cosa de reírse y no parar los tabanazos de Jordi al finolis de Iván. Que hasta le puso peladuras de plátano bajo los pies. Y cuando el fingido Listo se esfaraba, el falso Tonto entraba en riseras y golpeaba el suelo con sus zapatones, lagrimeando tiesos chorros de agua. Acabado el espectáculo, Jordi tomó el reluciente saxo, Iván se colgó el mugriento acordeón y ambos tocaron, para despedir al distinguido público, la Marcha Real Granadera. Fue cuando me dije, animado por el chim-pum y bailándolo por el camino desde la grada hasta el aparcamiento, que en esta España de ahora siempre es más de lo mismo.

–Y siempre lo será.

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