Y este cantamañanas –interviene el lector–, ¿por qué le llamará Paco?. Pues porque me sale así. Son cosas nuestras.
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Temiéndome que cualquier día te largabas ( ... aunque en la coña guasona de tus cartas te fingieras chiquillo y revoltoso), te adjudiqué una estantería donde tenerte a mano. Guardo nuestras carantoñas bordesicas de novios asexuados. Una cosa que esté bien.
Tengo aquí encima una muestra de ti. Cada sobre con su cartica dentro. Escribes mi nombre y las señas, poniéndole un rabo largo y decorativo a las mayúsculas. Reluce (con portada mitad jínjol, mitad higo) 'La copla erótica de la Huerta', cuaderno tuyo que firmas. Y aunque algún churubito se escandalice, voy a reproducir aquella que tanto nos regocijaba: 'Si quieres que te la meta, / me tienes que dar un duro, / que cuesta mucho trabajo / subir y bajar el culo'. Te veo achinando los ojicos y asomando una risera episcopal.
Constato que te has venido a morir en fin de semana, por tu manía de irte sin ruido. Pero te lo voy a impedir, al menos en la parte que me toca, tirando un puñao e cobetes. Con casi un siglo como calzabas ya, no sería fácil que te llamaras a engaño. En todos tus correos disimulas el momento de entregarla (que así se nombra arriba de la provincia el morirse uno). Como esta que dice: 'Y cuando cruce el desierto / que va al reino del olvido, / ignoraré que he vivido / y no sabré que estoy muerto'. Y luego desbarrabas: '...dirán que el Correcaminos / solo escribió desatinos / ripiosos: ni más ni menos'. Bien sabías que no iba a ser así, pues eres zorrico viejo.
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Siempre regresábamos con el pensamiento a la casa del Llano de Brujas. Una mesa rústica junto al bancal, Tomás haciéndote fotos, las zagalas persiguiendo a las gallinas, tu mujer aviando un alboroque y nosotros leyendo los elogios (tú, colorao) que te mandaba el escueto Azorín. Junto a la cieca. 'Mirad el agua, su caudal, su cola / pluvial y fresca, que la vista priva, / decoro de los cielos, fugitiva / cinta azul de los ríos, yendo sola'.
Guárdame un laíco en tu roal. Y abraza a nuestro Perico, óstili.
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