La ilusión de Valverde era «un buen coche»
LA ZARABANDA ·
El duro sillín de la bicicleta le hacía desear un asiento más mullido y un acelerador mejor que un pedalLA ZARABANDA ·
El duro sillín de la bicicleta le hacía desear un asiento más mullido y un acelerador mejor que un pedalSiempre me he preguntado por qué le hacía tanta ilusión tener un buen coche. Sé que es algo a lo que aspira mucha gente. Sobre ... todo los jóvenes que están a punto de cumplir dieciocho años, por ser la edad mínima para poder sacarse el carnet de conducir. Pero lo de Valverde iba más allá. Era como si, desde su punto de vista, tener un buen coche fuese lo mejor que podría ocurrirle en su vida.
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Han pasado muchos años desde que hicimos la Entrevista Impertinente. Fue cuando me dijo repetidas veces lo del coche. Se le ponían los ojos como platos. Yo me acordaba de los críos pequeños que, al poco de llegar a este mundo, se aprenden de memoria las matrículas y las recitan de un tirón. Valverde quería hacerme ver lo importante que era para él un buen coche. Y yo me hacía cargo, pero no dejaba de resultarme chocante el entusiasmo que ponía hablando de esta sublime aspiración suya.
No había llegado a ser aún el figura en que se convertiría luego. Era solo una probabilidad. Parecía muy seguro de sí mismo. De sus facultades para que la bici volara. Y de su voluntad de pedalear lo imposible para, cuando antes, comprarse un buen coche. Jovencico y todo, ya se mostraba duro de músculos. Fibroso de carnes, diría. Y hablador.
Pronto dejó de ser Alejandrico. Me refiero en lo físico. La barba le crecía cerrada. Y eso acentuaba su tez morena de miles de soles, porfiando sobre un zagal que iba siempre en bicicleta por esos descampados. Mostraba una fuerza interior notable. Y tenía la chispa de una lumbrera que hace honor a su lugar de nacimiento. Cuarenta y dos años cumplirá el jodío en primavera. Y sigue siendo el rey, como ha reconfirmado al entrar primero en Andratx (Mallorca). Ciento treinta y un triunfos. Tantos kilómetros soportando el trasero la dureza inmisericorde del sillín. Por nadie pase. Con razón buscaba algo más confortable.
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¿En qué quedaría el toletole del cochecico soñado? ¿Cómo es hoy el suyo? Igual tiene diez. Vete a saber. ¡Qué perra, oye, con los coches!
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