Dispongo yo, por todo disponer, de dos pensadores de cabecera. Uno, portugués, se llama Pessoa, y el otro, rumano, responde por Cioran. Los dos son ... pesimistas y por lo mismo bastante tristones. Pero como tienen ocurrencias que resultan casi siempre oportunas, apetece leerlos en esos ratos libres (que hay que ganárselos a base de pulso y púa) que nos deja libres la televisión.
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Ambos coinciden, sobre poco más o menos, en relacionar la felicidad con el futuro. Vienen a decir que solo son felices en la Tierra aquellos que no son capaces de imaginar el futuro. De donde se deduce que, para quienes lo son, lo que venga después siempre será peor.
–¡Hombre, claro! La que acaba siempre por presentarse es la Dama.
Ya. Pero estamos hablando de futuros más inmediatos. Lo que se conoce como 'el mañana'. A Palito Ortega, por no ir más lejos, la felicidad se la proporciona sentir amor. Esto está bien. Porque, en sintiendo las delicias de índole amorosa, ya el futuro importa menos.
Una conclusión aproximada sería que, en los tiempos que corren, la media mundial resulta ser 'relativamente' feliz. Si suscribimos esto es porque muy pocos piensan con realismo en lo que ha de venir. Aunque las predicciones de los estudiosos digan que, en adelante, todo irá a peor.
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–¡Ya está usted dando el coñazo con lo del clima!
Si quiere el lector, lo dejamos. Pero es que, como predijo Antonio Molina (que no fue estudioso, pero sí popular), 'el futuro es 'mu' oscuro'. Por eso quienes nos dirigen desde la política, parece que fueran hoy por hoy los tíos (y las tías, desde luego) más felices del mundo. Se reúnen de tarde en tarde, dándole publicidad al conciliábulo para que creamos que se preocupan de verdad por nosotros. Pero es poca cosa. En querer de verdad algo (y lo que sería mejor, hacerlo) para que una Naturaleza tan cansada como la nuestra no acabe furiosamente con todos nosotros, no les detecto yo entusiasmo alguno.
Van y vienen a bordo de reactores exclusivos, se hospedan en hoteles de cinco estrellas, montan comilonas muy sabrosas, se retratan dándose importancia y, a su manera, ellos sí son felices. Una felicidad indicativa de que carecen/carecemos de futuro.
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–¡Anda que estamos 'apañaos'!
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