Un «¡Qué coño!» encoña los escaños

Dios la que se armó. La bancada de la derecha se sintió excitada por el alarde y rompió en una ovación arrolladora, no sabría decir si compartida por la severísima Cayetana Álvarez de Toledo. Lo triste es que Casado no podrá darse el gustazo de registrar, como exclusiva suya, el uso político de la palabra coño. Débese ello a que, raudo, pusiéronse a trabajar los algoritmos de las hemerotecas, detectando que, hace unos años, coincidiendo con otra riada gorda del Ebro, Sánchez lanzó una pregunta con coño incluido al señor Rajoy. (De quien acabamos de saber que ha dado a luz otro libro moralizante).

La diferencia estriba en que Sánchez emitió su coño a pie de bancal, mientras que Casado lo ha hecho en sede parlamentaria. Lo cual motivó que aquel coño socialista se lo llevara el viento. El coño popular quedará, sin embargo, reflejado en el acta de la sesión, para regocijo de quienes escriban algún día la historia de los tiempos que ahora corren en este singular país.

Cuando las disputas entre políticos acaban siendo plato del día, lo esperable es que vayan a más. De manera que, si nos acabamos de situar ya a nivel del coño (tocante a la oratoria que hogaño defeca el hemiciclo), dentro de nada seremos la envidia del mundo. Caso de seguir progresando la crispación 'inter vivales' a tan buen ritmo (sin que, a pesar de ello, el país nade en mierda), solo nos quedará asumir lo que dijo, en parecida ocasión, el diputado Figueras, presidente que fue de la I República: «Señores diputados. Estoy hasta los cojones de todos nosotros».

Y se exilió.