En mayor o menor medida, todo el mundo sabe quién es Cleopatra. Es decir, Elizabeth Taylor. Acerca de César y Marco Antonio son menos quienes los identifican con los mismos pelos y señales que a la hermosa. La zarabanda de hoy se mueve en el interior de un triángulo, cuyos vértices no son sino estos personajes a los que acabo de aludir. Virtudes medicinales solo se las aplico a la dama, que las posee sobremanera.
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La Dos (la más discreta y culta de las cadenas) se ha portado como cabía esperar. En Nochebuena eligió hacernos reír con innumerables pasajes cómicos, a cargo de humoristas la mayoría desaparecidos.
La noche del 25, que mucha gente celebra a base de cocido con pelotas, compuso una velada (como diría Mota) ¡laaaarga! La película 'Cleopatra' duró nada menos que cuatro horas y cinco minutos. Y fue, sin duda ninguna, lenitivo para nuestros miedos al virus y sus mutaciones, tan escandalosas desde todos los puntos de vista.
La cosa iba de romanos y egipcios, algo propio de estos días. Lo que ocurre es que, en sí misma, Cleopatra (por motivos evidentes) acapara toda la nuestra atención. Rex Harrison interpreta a Julio César y Richard Burton a Marco Antonio. Ambos dos, pero sobre todo Rex, lo hacen muy bien. Pero Cleopatra (aunque más bajita que ellos) es mucha Cleopatra.
La producción, que viene de 1963, no reparó en gastos. Es un alarde de magnificencia y movimiento de masas, como se suele decir.
Viendo como César y Antonio procuran, cada uno a su aire, camelarse a Cleopatra, pero sobre todo observando cómo ella juega con ambos ilustres como su fueran muñequitos, el espectador creo yo que se olvidó de su miedo al coronavirus, durante 243 hermosos minutos. Porque al placer de repasarla a ella con la mirada más atenta, se añadía la paz interior que proporciona saber que al día siguiente era sabadete.
Vimos desde asesinar a César (confirmándonos que la política es así) hasta el Antonio mohíno al que la señora manejaba como si fuera un títere. Sobre todo cuando el Burton se llenaba de vino por dentro y se obnubilaba, lo que una Cleopatra sibila y sibilina aprovechaba para mejor putearlo, nunca mejor dicho.
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