Acúsome, padre, de no haber estado al loro

Preguntará el lector qué es lo que sucede con esta producción para despertar tanto revuelo. Pues, fíjese usted, a pesar de todo, tengo por casi seguro que no le van a dar ni siquiera el Oscar a la oportunidad, un galardón que quizás no exista. De no existir, habría que inventarlo. Porque 'No mires arriba' es un oportunísimo tirón de orejas a todo quisqui. Y muy principalmente a las que llamamos 'altas instancias'. Estamos hablando de la autoridad que decreta lo que debemos hacer y sentir, tanto si nos gusta como si no.

Esta producción (que, como casi todas, nos la remite el Imperio) tiene a la cabeza a Leonardo DiCaprio, Jennifer Lawrence y Meryl Streep. Y ya eso resulta lo bastante llamativo.

–¿Dirá usted ya de qué va?

Pues la cinta va, dicho en dos palabras, sobre la inconsciencia de la Humanidad ante los graves peligros que, de cuando en cuando, la acosan. Nada nuevo, si recordamos lo de 'la ciudad alegre y confiada' de Benavente. Pero eso sí: inconsciencia a tope. Pues resulta que, desde el más poderoso hasta el más humilde, todos se llaman andana ante la catástrofe que se les viene encima. Nada menos que el choquetazo contra la Tierra de un pedrusco de más de cinco kilómetros de ancho, que mandará a tomar por saco al planeta entero.

Para aportar alguna pimienta a mi imperdonable retraso, he decidido dejar el desenlace de la tremenda peripecia para otro día. De forma que, ahora mismo, ignoro cómo acaba la peli. Así puedo preguntarme de qué modo el guionista (humano a fin de cuentas, como usted y como yo) se las habrá ingeniado para alcanzar un final, si no feliz, lo más parecido a eso. Sea como fuere, 'No mires arriba' tiene que ver, sin decirlo, con el cambio climático y, en parte, con la pandemia. Dicho queda.