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Uno de estos días de principios de 2020 murió un grande de Hollywood, Kirk Douglas. Como las más destacadas estrellas del séptimo arte, da la impresión de que se murieron cuando dejaron de hacer cine. Porque, a ver, ¿quién puede afirmar que estos colosos de ... la pantalla no siguen y seguirán estando presentes en nuestras vidas por los siglos de los siglos? Las artes en general, y el cine en particular, los toca con la barita de la eternidad. Es lo que tiene haber estado en el proceso de creación de historias tan estupendas como las que este fabuloso medio ha dejado durante el siglo XX, ya sea como inventores (directores) o como ejecutores (intérpretes). Douglas se situó en el Olimpo de aquel medio, de la misma manera que lo hicieron sus compañeros de generación. Como los héroes de la antigua Grecia, su reino trasciende a este mundo.
La verdad es que mi quinta, y muchas otras próximas a la mía, ha crecido en paralelo a estos mitos, como si todos ellos hubieran sido hermanos mayores que nos visitaban de vez en cuando. Kirk Douglas, por ejemplo, hace muchos años que lo vimos haciendo de tuberculoso jugador en Dodge City, ayudando a Burt Lancaster a defenderse de los hermanos Clanton. Aquel inolvidable Doc Holliday se nos quedó grabado a todos los de mi curso, porque demostraba que hasta un tahúr al borde la muerte puede ayudar a la justicia en forma de sheriff Wyatt Earp. La película se llamaba (traducida literalmente del original) 'Tiroteo en O.K. Corral', aunque en España llevaba el más significativo título de 'Duelo de titanes' (1957). Eran auténticos titanes todos esos héroes que protagonizaban aquellas epopeyas de nuestra juventud.
Ya habíamos visto al actor del gran hoyo en el mentón en otros westerns, como 'La pradera sin ley' (1955), de King Vidor, una oscura historia del vaquero que quiere rehacer su vida, llega al sitio menos indicado para ello, y se mete de narices en el conflicto de una ambiciosa propietaria que quiere comprar los pequeños ranchos vecinos. En original la película se llamaba 'Hombre sin una estrella', aludiendo quizás a quien intenta estar dentro de la ley sin el distintivo de sheriff, pero también, al que va por el mundo sin una estrella que lo guíe. Además de Vidor, Douglas trabajó con Kubrick, Walsh, Wyler, Hathaway… todos los grandes de la dirección.
Por esos años, lo vimos saliendo de la Meca del cine para rodar en Italia una película con la que agrandó su carácter de mito. Me refiero a aquella inolvidable 'Ulises' (1954), dirigida por Mario Camerini, junto a intérpretes de la talla de Silvana Mangano, Franco Interlenghi o Anthony Quinn, que también viajó desde Los Ángeles para rodar la película y hacer del pretendiente Antínoo. Esta experiencia nos mostró a un Kirk Douglas en todo lo suyo; mejor dicho, a un Ulises, protagonista de la 'Odisea', que desde entonces leemos poniéndole la cara del famoso actor. Casi tan mítico resulta ya el personaje de Homero como el intérprete americano.
Lo curioso de estas grandes figuras es que, a pesar de que nos llegaran noticias de su vida privada (si se habían divorciado, si se habían comprado una casa mejor en Beverly Hills, si sus hijos habían debutado en el cine, etc.), poco importaban estos enredos o, al menos, mucho menos que el papel que hacían en la siguiente película. Porque la vida de todos ellos, paralela a la nuestra como dije antes, podíamos seguirla en la pantalla que, por mucho maquillaje que tuvieran, mostraba el paso del tiempo en forma de arrugas, manchas, canas y demás indicadores; menos el pelo, que seguía estando en su sitio y, si cabe, más abundante. Milagros del cine.
Estos mitos de la gran pantalla, acompañantes de nuestras vidas durante el pasado siglo, se han ido yendo como si fueran parientes cercanos. Sin embargo, seguimos viéndolos en las reposiciones de la tele que es como si continuaran con nosotros. Después de años, ahora me encanta ver películas a trozos. Varios canales repiten a veces hasta la exageración algunas de las mejores producciones de todos los tiempos. Das al mando y te sale John Wayne siguiendo la pista de una india (Natalie Wood), raptada por el jefe Cicatriz, en uno de los western más grandiosos del género. Otro día, la pequeña pantalla te muestra a Cary Grant, en medio de un cruce de caminos en Indiana, perseguido por una avioneta que intenta fumigarlo. Otro, Dana Andrews intenta descubrir el asesino de Laura (Gene Tierney), muerta al principio en extrañas circunstancias. Son películas que, como 'El Quijote' o 'La Celestina', se pueden ver o leer parcialmente, ya que sus escenas son tan ricas que en sí mismas constituyen pequeñas obras de arte.
Por eso, la muerte de Kirk Douglas no me ha producido sentimiento de pérdida. Mientras que haya pantallas, grandes o pequeñas, estará tan vivo como sus compañeros de pupitre: Gary, Burt, Richard, Rock, Clark… por no hablar de Ava, Audrey, Marilyn, Katharine, Bette... Ninguno de ellos o ellas ha muerto ni morirá.
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