Que no es mío, pero como si lo fuera. Quiero decir que es el kiosco de Pedro y su mujer, a la sombra de la catedral, pero también en donde llevo años comprando el periódico todos los días. Todos, menos los santos días que se ... celebra la Navidad, Año Nuevo y creo recordar que Sábado Santo. En esas fechas, mis pies me llevan siempre hacia la prensa, pues lo tengo por costumbre inveterada, es decir, que viene de antiguo. Esos mismos pies dan la vuelta cuando reparan en que también los kiosqueros tienen derecho a descansar durante tales ferias. Pero ¡ya lo creo que extrañamos no tenerlos delante esas veinticuatro horas! No hay cosa mejor que coger el periódico en el kiosco, volver a casa, sentarse y leerlo...

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Inauguro el año con este elogio a la prensa, y a quienes la distribuyen, pues me llega la onda de otro kiosco capitalino que ha cerrado anteayer, el último día del año, kiosco no demasiado lejos del mío, cierre que producirá una notoria orfandad a muchos lectores del barrio. No es raro que se produzca este tipo de clausuras, aunque sí triste. Quizás sean motivadas por lo que se oye decir de que la prensa de papel tiene los días contados. Yo no creo que sea así. No quisiera creerlo. Quizás pertenezca a una generación criada en el papel, en la letra impresa, en el olor a página. No me gusta del todo el Ibook. Por supuesto que creo en ellos: me compré uno en el momento en que llegaron a las tiendas; lo utilizo de vez en cuando..., pero como el libro impreso no hay nada. Durante la pandemia empecé a leer 'La madre de Frankenstein', de la llorada Almudena Grandes, en versión digital. Cuando iba por la mitad, salí a comprarme el libro: mitad por comodidad, mitad porque me entusiasmó tanto su lectura que quería conservarlo en papel.

Volviendo a los kioscos, en los que, por cierto, se pueden encontrar libros de éxito, quisiera reivindicar su misión suministradora de cultura. Cuando hace muchos años fui por primera vez a Barcelona, paseando por las Ramblas me detenía a cada momento en aquellos enormes kioscos que tenían de todo. Eran, o son (hace tiempo que no voy a la capital catalana), gigantescos bazares: periódicos de todas las provincias, países e idiomas, tebeos variados, libros (literatura de kiosco que tanto gustaba a Vázquez Montalbán), revistas para llenar salas de espera, de to por to, como se dice por aquí. Me entusiasmaba. Como me encantaron los kioscos de la calle Corrientes, en Buenos Aires, que no contentos con la prensa internacional, venden reproducciones de diarios cuyas portadas informaron de grandes acontecimientos del pasado: triunfo de la albiceleste en un mundial de fútbol, fin de la guerra de las Malvinas, descubrimientos históricos formidables... ¡Qué maravilla de kioscos!

En España, en Murcia concretamente, los kioscos se cierran. Y eso duele. Seguramente es índice de una sociedad que lee menos, de una juventud que prefiere la pantalla al papel, de una profesión, los kiosqueros, que no tiene herederos. Debe de ser muy sacrificado ser kiosquero para que, los hijos, sigan la profesión de los padres. Ya conté aquí que, cuando se cerró el Ipanema, cafetería símbolo de una Universidad de antaño, David, su dueño, me dijo que sus hijos habían estudiado ingenierías, y que no querían cerrar el negocio todos los días a las doce de la noche. Toda la razón. Dueños de kioscos abandonan porque consiguen otro trabajo, y nadie quiere comprarles el negocio. Es oficio muy sacrificado. Hay que entenderlo. Eso, a pesar del paro galopante que sigue habiendo. Difícil de entender.

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Mientras, diarios como el que tienen ustedes en las manos, recurren a soluciones como presentarlos en versión digital. Yo lo sigo así no pocas veces, sobre todo, cuando salgo al ancho mundo. Poco en los últimos tiempos, habría que añadir. Pero lo sigo, aunque sea para encontrarme con noticias que preferiría no leer. Sin embargo, en donde esté el papel que se quite la pantalla. En mi opinión. El periódico es uno de los inventos más maravillosos de la sociedad moderna. En la película de 2020 'Noticias del gran mundo', de Paul Greengrass, Tom Hanks va por pueblos del oeste americano leyendo diarios. La gente se entusiasmaba con dichas lecturas. Estoy seguro de que si el conocido actor se sentara en Cetina para leer noticias habría llenazos y los kioscos se volverían a poner de moda. Pasaré la ocurrencia a mi director.

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