Con la llegada del otoño, 'Arquitectura de barrio', el interesante proyecto arquitectónico y artístico, reabre en su apartado de galería de arte, y lo hace con una muestra de Alvaro Peña, del que hacía tiempo que no disfrutábamos en la Región de una muestra individual. ' ... Interferencias' se llama la curiosa exposición en el que se dan la mano en un inseparable continuum, en un friso que puede reproducirse a sí mismo, la pintura, el cómic, la ilustración, la escultura o la intencionalidad de instalación llena de sugerencias, como se le pide al buen arte que va más allá de lo mimético, sea en forma figurativa o más o menos abstracta.
Publicidad
Más que en el campo de la 'performance', estamos en el ámbito de lo performativo, no con la palabra en este caso, sino en el terreno de la ejecución misma que implica todo enunciado performativo. Pondré un ejemplo extraído de la exposición: la evocación en un fragmento del friso del cuadro 'Palas Atenea', de Klimt. En esta obra, el célebre artista finisecular representa a la diosa griega –patrona de la astucia y de la inteligencia– con una especie de cetro en la mano derecha que es símbolo de 'varitas', del triunfo del arte auténtico. Es decir, hay en la obra de Peña una especie de realización automática de arte que quiere ser verdadero, una continuidad performativa.
Hay más: en el juego propio de la instalación de Álvaro Peña en 'Arquitectura de barrio', cuando el coleccionista o aficionado adquiere un fragmento del friso el artista ha de reproducir otro fragmento que sustituya al adquirido por un comprador. Es decir, hay una promesa o juramento tácito por parte del artista de que la producción del arte no se detendrá, de que la obra adquirida tendrá su inmedisto autorrenacer.
Pero todo esto desaparece en una primera impresión en la que todo se presenta como un mero juego. Algo, por cierto, la primacía del juego, avalado por Pedro Manzano, comisario de la muestra y autor del texto del catálogo, modesto pero fino catálogo diseñado por Coral Marín. Sí, todo es un juego. Pero aunque todo sea solo un juego... ¿El juego es sinónimo de superficialidad? Lo profundo no tiene por qué parecerse a lo cejijunto. Hay en la gestualidad, casi postureo, de las muchachas retratradas aquí una melancolía que sobrevuela la felicidad alegre del instante, aunque sin llegar, claro, al dramatismo de las modelos de Egon Schiele, también evocado en su texto por Pedro Manzano.
Publicidad
Luis Landero escribió la novela 'Juegos de la edad tardía'. A mí me sugiere la muestra unos juegos de la juventud tardía en la que ya aparece una sombra de oscuro porvenir. En cualquier caso, simple juego o melancolía oculta –el Imperio de color de todo el friso está trufado con abundantes negros y grises–, estamos ante una exposición digna de ser disfrutada y que supone el 'regreso' pleno de un artista total, ya plenamente consolidado.
Infórmate con LA VERDAD: 1 año x 29,95€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.