Trump ha sembrado la incertidumbre. En casi todo el mundo se tiene la sensación de que nos encontramos en una situación de emergencia política. Sólo ... son felices Putin, Milei, Netanyahu y los votantes de esos partidos extremistas que pululan en muchos países. Los demás, simplemente resistimos. A veces el exceso de lucidez produce melancolía. Ver las cosas demasiado claras puede llegar a ser muy triste. Por eso, el cerebro humano busca asideros para no caer en el desaliento. Pero estos asideros no siempre son eficaces. Personalmente, me digo a mí mismo que, si millones de estadounidenses le han votado, ahí lo tienen, y con su pan se lo coman. Si han votado a un señor que el 6 de enero de 2021 indujo un asalto al Capitolio; un señor que es un delincuente convicto; un señor que alardea continuamente de su zafiedad, chabacanería, mezquindad, ignorancia, estulticia y narcisismo, que nadie se llame a engaño. Todos estábamos avisados de lo que era. Y el primero, el pueblo estadounidense que le ha votado. Así que, allá ellos.

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Sin embargo, este asidero mental no me termina de convencer. Primero, porque la estupidez de Trump nos salpica a todos. Nadie en Europa puede ya negar que Trump no es nuestro amigo ni nuestro aliado. Que su amigo es Putin; que ha roto la alianza atlántica que se forjó después de la II Guerra Mundial; que ha blanqueado a un criminal de guerra, como Putin; que está avalando e impulsando el genocidio del pueblo palestino; que va a perjudicar a la agricultura, a la industria y al comercio de todos los países europeos... No es que los estadounidenses tengan un problema; es que lo tenemos todos. Además ¿podemos culpar a todo el pueblo estadounidense? Desde luego que no. Muchos le han votado, sí. Pero los seres humanos no somos infalibles; ni los pueblos, tampoco. Nos equivocamos individualmente, pero también colectivamente. Una parte importante del pueblo estadounidense no le votó. Y de los que le votaron, estoy seguro que muchos fueron engañados. Hay millones de personas que no dedican ni algunos minutos al día a pensar en los problemas políticos. Son gente fácil de engañar, a través de las redes sociales y los medios de comunicación.

Los europeos, además, tenemos que mantener nuestra empatía y solidaridad con el pueblo estadounidense, también en estos momentos difíciles para todos, y a pesar de Trump, aunque sólo sea por gratitud. El 6 de junio de 1944 se produjo el desembarco de los aliados en Normandía. Fue una batalla decisiva para acabar con el régimen de Hitler. Allí había fuerzas británicas, canadienses y francesas. Pero el peso de la batalla recayó en las fuerzas estadounidenses. Cerca de la playa de Omaha está el cementerio estadounidense, en un terreno cedido por la República francesa. Hay miles de cruces y estrellas de David blancas y perfectamente alineadas. Es impresionante. Muchos jóvenes norteamericanos dieron su vida por liberar a Europa de los nazis. Y este deber de gratitud no puede olvidarse. Así, en estos momentos de emergencia política, debemos mantener la solidaridad y el afecto al pueblo estadounidense. Con Trump, Estados Unidos ha perdido el liderazgo moral y político de Occidente. Pero la culpa de ello no la tiene el pueblo.

¿Y en Europa? ¿Qué podemos hacer? Sencillamente, plantarle cara a la chulería y matonismo de Trump

Ahora bien, algo habrá que hacer. El trabajo de acabar con Trump le corresponde sobre todo al Partido Demócrata, y también a esa parte del Partido Republicano que no ha apoyado a Trump. Hay que ganar una guerra cultural que empezó hace años con lo del Tea Party, y que, hoy por hoy, la tienen ganada los extremistas. Miles de jóvenes de Estados Unidos no votaron a Kamala Harris porque discrepaban de la política de Biden de apoyo al pueblo israelí en la guerra de Gaza. A esos miles, quizás millones de jóvenes, el Partido Demócrata tiene que decirles: ¿y ahora qué? ¿Estáis de acuerdo con la deportación masiva del pueblo palestino? ¿Estáis de acuerdo con que la franja de Gaza se convierta en un resort? A todos los que creyeron que Trump iba a acabar con la inflación y mejorar su poder adquisitivo, cuando empiecen a surtir efectos los aranceles, y repunte la inflación, habrá que recordarles que les han engañado. Y cuando Trump proponga reformar la Constitución para presentarse otra vez a las elecciones, o diga sencillamente que no va a ver más elecciones, a los demócratas estadounidenses habría que preguntarles si era esto lo que querían.

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¿Y en Europa? ¿Qué podemos hacer? Sencillamente, plantarle cara a la chulería y matonismo de Trump, y resistir lo de los aranceles. Y diversificar mercados. Y aproximarnos a China. E invertir en Defensa, aunque sea mutualizando la deuda pública. Ucrania está defendiendo su integridad territorial, pero también los valores y las ideas de la democracia, el liberalismo, y el Estado del bienestar. Si acentuamos nuestra unidad, Putin no pasará. Y Trump, tampoco. Los dictadores y los autócratas temen la fuerza de las ideas. Y justamente son las ideas lo que hace fuerte a Europa. Ya que Trump no nos quiere, que al menos nos tema.

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