Desde siempre, me ha llamado la atención esa expresión coloquial del idioma castellano que dice: 'Bueno, bien mirado, no es para tanto'. Esta frase no ... indica pesimismo, ni fatalismo, ni resignación ante lo inevitable. Todo lo contrario: manifiesta un vitalismo optimista, un deseo de ver la parte buena de las cosas, por muy malas que a primera vista pudieran parecer. Viene a decir que todo lo malo, bien mirado, no deja de ser malo, pero que no es para tanto. Es como aquella otra expresión, no menos llamativa, de que 'no hay mal que por bien no venga'.

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Los políticos europeos, y los analistas, y los pensadores, y muchos ciudadanos en general estamos horrorizados por el regreso a la Casa Blanca de Donald Trump y su pandilla. Y nos preguntamos: ¿cómo es posible que tantos millones de americanos hayan votado a este personaje atrabiliario? ¿Es que no saben que es un delincuente condenado? ¿Es que no recuerdan el asalto al Capitolio de 2021? ¿Es que no se asustan de los disparates que dice continuamente? En Europa, la mayoría de las personas que piensan, consideran que Donald Trump es el mal absoluto, que todo va a ser negativo en su gestión, y que tenemos que estar siempre preparados para lo peor. Por supuesto, yo también soy de esta opinión. No estoy menos horrorizado que cualquier otro europeo. Sin embargo, echándole un poco de humor al asunto, o quizás ironía, o quizás amargo sarcasmo, tal vez podríamos encontrar razones para poder creer que 'bueno, bien mirado, lo de Trump no es para tanto'. Intentaremos encontrar el lado positivo de la cuestión:

1. Bien mirado, la victoria de Trump ha significado que no se impugnen las elecciones presidenciales. Él ya había amenazado con que, si no ganaba, impugnaría las elecciones. Y, recordando el asalto al Capitolio de 2021, todos le creímos. La gran democracia norteamericana hubiera sido puesta en cuestión. El enfrentamiento social entre partidarios y detractores de Trump hubiera sido insoportable. Y esta crispación y radicalización se hubiera sabido siempre cómo empezaba, pero nunca cómo iba a acabar. Una sociedad norteamericana dividida y enfrentada es lo que menos conviene al mundo occidental. Ha ganado Trump. No impugna las elecciones. ¡Qué alivio!

2. Bien mirado, Trump es un mentiroso congénito y compulsivo. La mentira es el combustible cotidiano de su enloquecida egolatría. Esto nos permite albergar la esperanza de que ha mentido a sus electores y de que no va a cumplir sus disparatadas promesas electorales: no va a haber deportación masiva de inmigrantes; no se va a anexionar Groenlandia, ni va a absorber Canadá, ni va a originar un conflicto internacional por intentar recuperar el Canal de Panamá. Los mentirosos congénitos tienen mala memoria, y poca voluntad. Mienten porque, al engañar a muchos, se sienten seres superiores.

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3. Bien mirado, las instituciones democráticas norteamericanas, la opinión pública y los grandes medios de comunicación, que están muy imbuidos por el espíritu de la Constitución, no le permitirán a Trump hacer muchos disparates... aunque tiene mayoría en la Cámara de Representantes y en el Senado, controla el Tribunal Supremo, y tiene aherrojado al Partido Republicano. Y hasta el 'Washington Post' y el 'New York Times', en manos de financieros colegas de Trump, parece que han claudicado. Pero no perdamos las esperanzas. Bien mirado, cabe todavía pensar que el pueblo norteamericano no va a consentir que Trump reforme la Constitución, o la reinterprete, para poder ser reelegido y se eternice en el poder, como Ortega en Nicaragua, Maduro en Venezuela, o Putin en Rusia.

4. Bien mirado, el ego de Trump es tan patológicamente desmesurado que resultará absolutamente incompatible con los egos no menos patológicos de personajes como Putin, Netanyahu o Elon Musk. Este choque de egos terminará beneficiando a todos. Esperemos que sea pronto y que la colisión de soberbias resulte lo más aniquiladora posible.

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5. Bien mirado, Trump es absolutamente imprevisible, porque carece de seriedad intelectual y de estabilidad emocional. Pero precisamente esta falta de previsibilidad puede llegar a intimidar a Putin y a Netanyahu, y frenar así la invasión de Ucrania y el genocidio palestino. Esperemos.

6. Bien mirado, la ignorancia enciclopédica de Trump, y su nula percepción del sentido de la Historia, pueden obligar a Europa a fortalecer su cohesión, a incrementar sus recursos para la Defensa, a consolidar los valores, ideales y principios que constituyen los cimientos de la Unión; a cerrar filas con Ucrania; a incrementar su peso en la OTAN, y a unificar su política exterior.

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7. Incluso, bien mirado, Trump puede frenar el agresivo expansionismo comercial de China, un país que hace competencia desleal, porque puede producir barato ya que no respetan los derechos sociales de los trabajadores, como sí hacemos en Occidente. Nos vendría bien a los europeos no depender tanto de China.

Y no me pidan más. Es agotador este ejercicio de exprimir mi optimismo, y de sacar esperanzas de donde no las hay. Porque resulta que todo esto está muy bien. Pero sigo convencido de que todos estaríamos mucho más tranquilos si hubiese ganado Kamala Harris.

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